Artículo basado en el libro “El mensaje de la Bandera de la Paz” (Ricardo González, Centro Roerich Publicaciones, Buenos Aires, 2015).
Ya lo he dicho antes: conocí la obra de Nicholas Roerich cuando era muchacho de diecinueve años. Un muchacho que se acababa de iniciar, como parte de su joven búsqueda, en la Orden Rosacruz. Fue allí, precisamente en la logia de Pueblo Libre, en Lima, que tropecé con el libro “El Corazón de Asia” del citado explorador y humanista ruso. Desde entonces, me he entregado a la investigación de su obra, empezando por su vida en Rusia, sus expediciones en Asia Central y la misión de la Bandera de la Paz, aquel símbolo cósmico que le habrían entregado unos misteriosos maestros de oriente.
En la actualidad hay distintas organizaciones que mantienen viva la semilla que sembró Roerich. Sin embargo, algunas de estas ONG evitan mencionar –otras hasta lo niegan– las experiencias de contacto que habría tenido el creador de la Bandera de la Paz, un enlace con la denominada “Hermandad Blanca”, el “Mundo Subterráneo” y hasta un avistamiento ovni. Contradictoriamente estos temas producen prurito en aquellos que se autodenominan continuadores de la obra de Roerich. Un verdadero papelón porque ignoran la parte más importante de Nicholas y de su esposa Helena: la búsqueda espiritual y el contacto con otras realidades. Con la intención de echar luz a ciertos aspectos de la vida del gran Nicholas Roerich, citaré a continuación inquietantes detalles de su rica biografía, basándome en los mismísimos escritos del matrimonio Roerich –para que no se nos acuse de estar inventando nada–. La única verdad es la realidad.
Primer tema ignorado: Shambhala y sus “emisarios”.
De acuerdo a viejas leyendas orientales, hace miles de años, en una época perdida de la historia humana, un centro de paz fue fundado en algún lugar de Asia Central. Treinta y dos seres de sabiduría habían elegido el desierto de Gobi en Mongolia como el escenario de su misión: equilibrar la pugna de fuerzas en la Tierra. Shambhala, para muchos occidentales, es un mito. Pero para los lamas es una realidad oculta. Un misterio que atrajo el interés de Nicholas Roerich. Así, el célebre pintor ruso redescubrió el mensaje de Shambhala durante sus expediciones al Altái, Gobi y los Himalayas. Supo que no era una quimera, sino una verdad esquiva que puede manifestarse ante los sinceros buscadores. Roerich llamó “Mahatmas” a los mensajeros de Shambhala. Los cita.
En uno de sus libros, que ya mencioné, “El Corazón de Asia”, Roerich escribió:
“Quien ha viajado por las extrañas altiplanicies del Tíbet, cuya atmósfera tiene corrientes magnéticas peculiares y raros fenómenos eléctricos y ha escuchado a testigos presenciales y ha visto también mucho con sus propios ojos, como nos ocurrió a nosotros, comprende que sabe mucho acerca de los Mahatmas. No quiero persuadir a nadie de la existencia de éstos. Muchísima gente los ha visto, ha conversado con Ellos, ha recibido cartas y otros objetos de Ellos... El verdadero conocimiento sólo ha de entrar por puertas abiertas. Si hay prejuicios, deberán ser desarraigados por brotes interiores...” (Las negritas son nuestras).
Como ya dije, Roerich se refiere a los “Maestros” o “Emisarios” de Shambhala, la mítica ciudad de paz que ramificó su espíritu por toda Asia y, más tarde, en el mundo entero. Supuestamente, esos “Mahatmas” contactarían al propio Roerich para impulsar una misión de paz planetaria, inspirada en Chintamani, el Símbolo Cósmico Universal que los treinta y dos seres de sabiduría trajeron a la Tierra. Este misterio en torno a Roerich ha irritado a algunos estudiosos de su obra, que han intentado negar la existencia de esos Maestros y la posible influencia de ellos en la misión de la Bandera de la Paz. Pero, aunque les pese, Roerich dejó muchos relatos y claves en sus pinturas que ponen en evidencia el escenario cósmico en el cual se movió…
Arriba: Roerich dejó miles de lienzos. Y una colección importante de ellos hace referencias a los Mahatmas, como la primera pintura que colocamos "Most Sacred" (1933), en donde se aprecia a un colectivo de maestros en una cavidad subterránea rodeada de cristales, o la imagen que se halla sobre estas líneas, "Burning of Darkness" (1924), en donde el propio Roerich se pinta a sí mismo al lado de su mujer Helena saliendo del mundo subterráneo, acompañados de los citados maestros. En esta pintura se observa, además, un cofre resplandeciente, que escondería uno de los fragmentos de Chintamani, "El regalo de Orión". Para que no quede duda, Roerich pintó a esa constelación en la escena... Examine el lector.
Segundo tema ignorado: el avistamiento ovni de Roerich.
“Hablar de avistamientos de ovni no tiene nada que ver con la obra de Roerich”, me dijo alguna vez un desinformado…
En “Corazón de Asia”, Roerich también narra un incidente ovni, ocurrido el 5 de agosto de 1926. Toda su expedición fue testigo:
“Nos miramos unos a otros azorados, porque todos sentimos simultáneamente un fuerte perfume, como de los mejores inciensos de la India. ¿De dónde viene, rodeados como estamos de peñas desnudas? Los lamas susurraban:
-¿No sienten la fragancia de Shambhala?
Mañana de Sol, sin nubes: el cielo azul resplandece. Por encima de nuestro campamento vuela un enorme buitre negro. Nuestros mongoles y nosotros lo observamos. De pronto uno de los lamas buriatos apunta al cielo azul:
-¿Qué es eso? ¿Un globo? ¿Un aeroplano?
Advertimos algo brillante que vuela muy arriba, de noreste a sur. Sacamos de la carpa tres poderosos anteojos de campaña, y los dirigimos hacia el gigantesco cuerpo esferoide y brillante, que se destaca contra el Sol, claramente visible sobre el cielo azul y que avanza velozmente. Vemos enseguida que cambia de dirección al sud-sudestey desaparece tras los picos nevados de la cadena de Humboldt. Todos los acampantes seguimos la aparición inusitada y los lamas susurraban:
-¡El signo de Shambhala!”
(Las negritas son nuestras).
Como siempre, algunos desinformadores quisieron minimizar esta experiencia afirmando que la expedición de Roerich vio un globo metereológico… Ridículo. El objeto se movía velozmente, haciendo cambios de rumbo… Además, las personas que allí se encontraban tuvieron tiempo suficiente para estudiar el avistamiento con sus catalejos. De hecho, en el campamento, ubicado en el distrito de Kukunor, cerca de la cordillera Humboldt, había guías y escaladores muy bien entrenados. Pocos saben que la policía soviética había propuesto al reconocido doctor Konstantin Ryabinin para sumarse a esta expedición, y fue así como él también observó al aparato volador de 1926.
“Un signo de Shambhala”, le dijeron los lamas a Roerich ante la aparición...
Hay muchos trabajos, serios y documentados que mencionan la experiencia ovni de Roerich, todos ellos basados en documentación histórica, aunque le duela a los negadores. Expediente Soviet Ufo, de Mantle y Stonehill es un buen ejemplo.
Tercer tema ignorado: Chintamani y el real significado de la Bandera de la paz
En 1928, el Lama Talai‑Pho‑Brang le preguntaba a Roerich si en occidente se sabía algo en relación a la “Gran Piedra”. Incluso le preguntó si sabían de qué planeta vino, y quién poseía ese tesoro…
Pues bien, aquella piedra u objeto recuerda, sospechosamente, la versión medieval del Santo Grial —en la obra “Persifal” se la describe como una esmeralda que cae del cielo—, la “Diosa Umiña” de los Incas —otra esmeralda, perdida, y que podía curar a la gente—, o las mismísimas piedras benbenque habrían coronado las puntas de las pirámides de Gizeh y que, sospechosamente, apuntan al Cinturón de Orión. Todo esto no puede ser fruto del azar. ¿De qué se trata este misterio y cómo entronca con el símbolo de la Bandera de la Paz?
En su libro, “Shambhala”, Nikolái Roerich escribió:
“En bellísimos símbolos descriptivos, el viejo viajero contará a la respetuosa audiencia cómo desde tiempos inmemoriales, desde algún otro mundo, cayó una piedra milagrosa: la Chintamani de los hindúes y la Norbu-Rimponche de los tibetanos y mongoles. Ahora, desde aquellos tiempos, una parte de la piedra está recorriendo la Tierra, manifestando el nuevo tiempo y los mayores acontecimientos mundiales...” (Las negritas son nuestras).
“Shambhala”, Roerich, Capítulo “Luz en el desierto”.
Por si el lector está sorprendido y se está agarrando la cabeza, cito a continuación a Helena Roerich refiriéndose también a la piedra:
“...me agradó mucho al ver tu sutil entendimiento sobre la leyenda del Tesoro del Mundo. Por supuesto, toda señal tiene muchos significados. Este Tesoro es un fragmento del cuerpo principal, guardado en la Fortaleza de la Luz. El envío de este regalo ha significado, desde tiempos inmemorables, una era predestinada de unificación que se avecina y de poder en el país donde aparece. Todos los grandes unificadores y fundadores de las naciones lo han poseído. El Oriente está especialmente lleno de leyendas acerca de este regalo de Orión. Y los pueblos de Asia lo buscan por todas partes...” (Las negritas son nuestras).
“Cartas de Helena Roerich”, 1935-1939.
Pasando todo esto a limpio: el matrimonio Roerich supo de la leyenda del “Regalo de Orión”, una piedra de poder que fue traída desde la mencionada constelación a la Tierra, cargada sobre el lomo del mítico caballo blanco Lung-Tah. La piedra en mención habría engendrado tres pequeños fragmentos que recorren secretamente el mundo, mientras el cuerpo madre permanecía en la “Fortaleza de la Luz” que cita Helena Roerich —una inequívoca referencia a Shambhala—. Se puede discutir cuán textual o alegórica sea esta información, pero no su autenticidad, en donde los Roerich habían depositado su fe. Los tres círculos interiores de la Bandera de la Paz representarían en realidad a esos tres fragmentos de la Piedra de Orión, con un guiño al conocimiento iniciático de las Tres Gemas del Budismo: Buda (Iluminación), Dharma (Regla y Observancia) y Sangha (Comunidad Armoniosa). Más tarde surgieron las otras interpretaciones simbólicas que hablan de unir la Ciencia, el Arte y el Espíritu, o de tener un equilibrio entre lo que hacemos, pensamos y sentimos.
Arriba: Pintura de Roerich con el símbolo de Chintamani.
Arriba: para que no quede dudas, Roerich pinta a Lung-Tah con Chintamani en su lomo (1933).
Podría citar muchísima más información que se puede hallar en los libros y cuadros de Roerich, así como en los textos de su esposa y compañera de expedición Helena. A cierto sector le incomoda que se hable de esto, y si es posible, aquellos negadores tratarán de quitar toda referencia a esos emisarios de Shambhala de los museos dedicados a Roerich, dejando a la Bandera de la Paz solo como un acto protocolar para la foto de un diario…
Quien tenga oídos para oír que oiga...