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Los encuentros con los ocupantes de los ovnis no pueden ser ignorados; son demasiado numerosos…
Doctor J. Allen Hynek.
The Ufo Report.
Historia Ignorada / Enero 2014
La expedición de Richard Byrd a la Antártida

Mi primera aproximación a la “Antártida esotérica” fue por culpa de Richard Evelyn Byrd: el explorador norteamericano había estudiado esas esquivas tierras cubiertas de hielo, quedando profundamente asombrado. ¿Qué misterio esconde el polo sur? ¿Existe una ciudad Lemuriana olvidada? Veamos a continuación tan molesto expediente.

 

NOTA:  este texto ha sido tomado del libro "Kayona y los Dioses de Mu" (Primer Capítulo), de Ricardo González.

 

 

Cartografiando un mundo perdido

Byrd viajó varias veces a la Antártida. La primera ocasión fue en 1928. Su campamento base fue emplazado en la punta norte de la isla Roosevelt, en el mar de Ross. La instalación contaba con laboratorios, talleres, almacenes, y hasta una estación de radio y un hospital. En aquella base, llamada "Little America", Byrd y sus 42 hombres vivieron 14 meses. Encargado de cartografiar 388.300 km² de tierras inhóspitas, partió desde allí con su avión -acompañado de tres componentes más de la expedición-, con el objetivo de dar la vuelta completa al Polo Sur, que sobrevoló, con éxito, el 29 de noviembre de 1929. Una verdadera hazaña en su tiempo.

Su segunda expedición, realizada entre los años 1933 y 1935, fue todavía más espectacular: Byrd permaneció completa-mente aislado en una cabaña, a 200 km. del campamento “Little America”, con el propósito de llevar a cabo una serie de investigaciones meteorológicas. Durante los cerca de seis meses que Byrd permaneció en medio de la nada, tan sólo se comunicó con el resto de su equipo por medio de una radio. El resultado de la expedición científica fue fructífero: además de los estudios personales de Byrd, el resto de la expedición logró inspeccionar un vasto territorio de 1.165.000 km². Tierras desconocidas en aquel entonces. O quizá no tanto…

Se sabe que entre 1935 y 1939 volvió al continente blanco para continuar con sus observaciones. Estas nuevas expediciones ayudaron a los científicos a cartografiar con mayor precisión la Antártida.

 

 

Arriba: un retrato de Richard Evelyn Byrd

 

Lo intrigante de Byrd y de sus exploraciones en el sur del mundo -y también en el Polo Norte- es que varios investigadores aseguraron que el aviador “penetró” en una entrada subterránea durante uno de sus viajes. Supuestamente, Byrd habría descubierto una de las entradas de la “Tierra Hueca”. Por si ello fuera poco, también se cree que en su nueva expedición a la Antartida, llevada a cabo entre 1946 y 1947, el explorador estadounidense tuvo como principal objetivo dar “caza” a un grupo de supervivientes nazis que había huído -en secreto, desde Alemania-, en los momentos finales de la Segunda Guerra Mundial.

Es conocido que desde antes de iniciarse la conflagración bélica, tanto Alemania como otras potencias estaban interesadas en la Antártida. ¿Había algo más allí que montañas o ríos por cartografiar?

 

Arriba: de acuerdo a los Guías extraterrestres, Kayona, la ciudad perdida de Lemuria, se halla enterrada bajo los hielos de la península antártica.

 

¿Entradas subterráneas a través de los polos?

En internet se puede encontrar el “diario secreto” de Richard Byrd. Nunca se ha podido confirmar su autenticidad. Pero ello no importó: diversos escritores lo tomaron como la prueba concluyente de que la “Tierra Hueca” existe.

Asumiendo que el diario fuera genuino, Byrd no habla de un acceso a esa presunta tierra interna. Describe “verdes pastos más allá de los hielos”, que observó desde su avión. Lo inquietante es que aseguró que en medio de ese paisaje imposible, un animal grande, que parecía ser un mamut, caminaba a sus anchas. Esos mamíferos gigantes, emparentados con los actuales elefantes, se extinguieron hace más de 4.000 años…

Tal vez, al haber mencionado en su presunto diario que en un momento del vuelo dejaron de ver el Sol, los investigado-res de la “Tierra Hueca” creyeron que Byrd había entrado al mundo intraterrestre. También se apoyan en una “segunda parte del diario”, en donde Byrd afirma que la redacta de memoria, describiendo un encuentro con los guardianes de Arianni: el Imperio de los maestros del intramundo. Como dije, hay suficientes dudas sobre la autenticidad del diario de Byrd. Y de su segunda parte, es casi seguro que es un añadido posterior para fortalecer la leyenda de la “Tierra Hueca”.

A continuación, citaré algunos párrafos del extraño texto (la primera parte que se hizo circular). Un texto que algunos defienden fue escrito por el mismísimo Byrd luego de un viaje que realizó, es éste caso, al ártico:

 

 “Se me ha denegado la libertad de publicar estas anotaciones y quizá nunca lleguen a la luz de la opinión pública. Pero yo tengo una tarea que cumplir, y lo que yo he vivido lo dejaré aquí escrito. Confío en que todo esto pueda ser leído, en que venga un tiempo en que la ambición y el poder de un grupo de personas no pueda ya ocultar más la verdad”.

(Extraído del Prefacio).

 

Del libro de abordo

 

-Ya no podemos comprobar nuestra posición y dirección con nuestros instrumentos. Sólo nos queda la brújula solar. Con ella podemos mantener la dirección.

 

-Todos los instrumentos funcionan titubeantemente y extremadamente lentos.

 

-Sin embargo no podemos determinar una congelación. Podemos distinguir montañas ante nosotros.

 

-Nos situamos a 2.950 pies (aproximadamente 900 metros). De nuevo tenemos fuertes turbulencias.

 

-Hace 29 minutos que hemos visto las montañas por primera vez. No nos hemos equivocado. Es toda una cadena montañosa.

 

-No es especialmente grande. Nunca antes la había visto.

 

-Entretanto estamos directamente sobre la cadena montañosa. Seguimos volando en línea recta, siempre en dirección norte.

 

-Tras la cadena montañosa hay verdaderamente un pequeño valle.

-A través del valle serpentea un río. Estamos asombrados: aquí no puede haber un valle verde. Aquí hay cosas que no concuerdan.

 

-Bajo nosotros debería haber masas de hielo y nieve.

 

-A babor las pendientes de las montañas arboladas, con altos árboles.

 

-Toda nuestra navegación ha dejado de funcionar.

 

-La brújula giroscópica se balancea continuamente en un ir y venir.

 

-Desciendo ahora a 1.550 pies (aproximadamente 470 me-tros).

 

-Hago girar acusadamente al avión hacia la izquierda.

 

-Ahora puedo ver mejor el valle bajo nosotros. Sí, es verde. Está cubierto de árboles y zonas de musgo.

 

-Aquí dominan otras condiciones de iluminación.

 

-En ningún lado puedo ver el Sol. Hacemos de nuevo una curva a la izquierda.

 

-Ahora divisamos bajo nosotros un animal adulto.

 

-Podría ser un elefante. ¡No! Es increíble, parece un mamut.

 

-Pero de verdad es así: tenemos bajo nosotros un mamut adulto.

 

-Ahora bajo aún más… Estamos a una altura de 1.000 pies (aproximadamente 305 metros). Observamos al animal con los prismáticos.

 

-Ahora es seguro, es un mamut o un animal que se le parece mucho al mamut.

 

-Radiamos las observaciones a la base.

 

-Sobrevolamos entretanto otras montañas más pequeñas.

 

-Yo estoy mientras tanto totalmente asombrado… Aquí hay cosas que no concuerdan. Todos los instrumentos vuelven a funcionar.

 

-Empieza a hacer calor.

 

-El indicador nos dice que estamos a 74 grados Fahrenheit (23º C).

 

-Mantenemos nuestro curso.

 

-Ya no podemos localizar a nuestra base, puesto que la radio ha dejado de funcionar. El terreno bajo nosotros se vuelve cada vez más plano.

 

-No sé si me expreso correctamente, pero todo da una impresión de completa normalidad, ¡y ante nosotros se levanta con absoluta claridad una ciudad!

 

-Esto sí que es imposible.

 

-Todos los instrumentos dejan de funcionar.

 

-¡Todo el avión empieza ligeramente a tambalearse! ¡Dios mío!

 

-A babor y estribor aparecen, a ambos lados, extraños objetos voladores. Son muy rápidos y se nos acercan. Están tan cerca que puedo ver claramente su distintivo. Es un interesante símbolo sobre el que no quiero hablar. Es fantástico. No tengo ni idea de dónde estamos…

 

Luego, Byrd continúa su relato asegurando que el avión es “conducido” hacia el Imperio de Arianni, el mundo interior, en donde se encuentra con sus guardianes.  Esta información despertó polémica entre los estudiosos de las conspiraciones. Mientras para algunos el diario era un fraude, para otros se trataba de la prueba de un contacto entre un militar norteamericano con miembros de la esotérica Hermandad Blanca. Y no pocos asociaron ese presunto encuentro de Byrd con un grupo de ovnis “nazis” que le salieron al paso desde una base oculta, construída por pedido expreso -y secreto- del propio Hitler.

Yo sigo teniendo mis dudas sobre el diario. Pero comprendo que algo de lo allí escrito se inspiró en viejas historias.

Sobre la existencia de tierras verdes en los polos, accesos subterráneos, y hasta una ciudad oculta bajo el hielo, hay varios indicios para considerarlo. Pero de allí a sustentar una “Tierra Hueca” en base a un presunto diario de Byrd, es demasiado. Está de sobra demostrado que el “perfil” del Almirante Byrd y su estilo de redacción -fue autor de varios libros- no coinciden con el de este documento, que parece haber sido redactado para satisfacer ciertos ideales esotéricos.

 

 

Arriba: una supuesta entrada a la “Tiera Hueca” captada en el Polo Norte por un satélite. La imagen es falsa. Pero se propagó mucho por internet.

 

Hoy en día, gracias a modernos estudios científicos, como la medición de las “ondas S” y la “constante gravitacional”, se sabe que la Tierra no es hueca, y que en su centro alberga un núcleo que está compuesto fundamentalmente por hierro, con 5-10% de níquel y menores cantidades de elementos más ligeros, tal vez azufre y oxígeno. Esta “máquina”, la responsable del campo magnético terrestre que se libera a través de los polos, tiene un radio cerca de 3.500 km., mayor que el de Marte. En otras palabras, no hay un lugar para una “Tierra Hueca” en la acepción literal que se le ha dado, con un “Sol Interno” y ciudades de cabeza; lo que existen son grandes túneles y cavidades en la corteza planetaria: el refugio de antiguos supervivientes de civilizaciones desaparecidas.

Se piensa que hace unos 12.000 años la Tierra sufrió una catástrofe. Ese evento habría supuesto un gran caos climático y energético, obligando a los pocos supervivientes a refugiarse en túneles e instalaciones previamente acondicionados. Este “diluvio universal”, como cita la Biblia -y otras tradiciones de todo el mundo-, o si queremos, el hundimiento de la Atlántida de Platón, serían el vago recuerdo del último cataclismo planetario.

Siempre se ha buscado en los océanos rastros de esta extraordinaria historia.

Pero la Antártida tendría el registro clave para comprender lo que pasó…

 

La Operación Highjump

 

La Operación Highjump, cuya denominación oficial fue The United States Navy Antarctic Developments Program (Programa de Desarrollos Antárticos de la Armada de los Estados Unidos), fueron maniobras militares que tenían por objeto probar equipos militares y tropas en condiciones climáticas extremas. La operación fue organizada por Richard E. Byrd, y de ella hay diversas teorías que anticipé líneas atrás.

Y resultaba extraño: la mayor fuerza militar expedicionaria de los Estados Unidos era enviada a la Antártida. Un verdadero ejército. Éste se desplegó desde las bases norteamericanas en el Mar de Ross (al sur de Nueva Zelandia) hacia el continente. Dividido en tres grupos convergentes, el “ejército” avanzó, aplastante, hacia los hielos de la Antártida... Esta ofensiva militar era importante: la Task Force 68 estaba compuesta por 13 barcos, 2 lanzadores de hidroplanos, un buque de comunicaciones, un submarino y un portaviones. Los efectivos embarcados sumaron 4.200, entre ellos marines. E insisto: todo un ejército se iba a colocar en medio de la blanca planicie antártica… ¿Con qué objetivo? ¿Sólo para maniobras de entrenamiento? ¿A un año y meses de haber terminado la Segunda Guerra Mundial, con el rumor de que un grupo de alemanes había huído “al sur del mundo”?

“Oficialmente”, se podría pensar que la “Operación Highjump” fue un ejercicio temprano de la Guerra Fría que se avecinaba, diseñado para potenciar la capacidad de la armada para combatir en el polo… El propio almirante Byrd fue quien aclaró las dudas el mismo día de su partida desde la base naval de Norfolk, el 2 de diciembre de 1946:

 

“La misión de esos cuatro mil soldados será la de explorar el último continente desconocido. Mi expedición es de carácter militar. Uno de los fines es obtener datos completos de las zonas terrestres visitadas, con propósitos estratégicos y de inteligencia, y sobre todo observar las actividades marítimas, aeronáuticas y terrestres de otras naciones en el antártico”[1].

 

Byrd, en ningún momento, habló de las presuntas instalaciones nazis, que se piensa fueron construidas desde los años 30. Y también se dijo que no había ningún “secreto militar”, pues embarcaron a once periodistas en los buques. Sin embargo, esos “hombres de prensa” contaron poco o nada de lo que sucedió allí…

Ahora bien, si el ejército norteamericano usó la experiencia de Byrd en esa fría región del mundo para dar caza a los presuntos fugitivos nazis: ¿Por qué los seguidores de Hitler huyeron a la Antártida?

Como sea, algo ocurrió: la expedición, que en principio pretendía permanecer, como mínimo, nueve meses en la base americana, se clausuró abruptamente a las ocho semanas, abandonando inesperadamente la Antártida. En el camino, y de forma nunca aclarada, habían perdido varios aviones y algunos efectivos…

Aún más inquietantes resultan las declaraciones efectuadas por Byrd a su regreso, afirmando que “si estallase otra guerra mundial, ésta sería de Polo a Polo…”. Nadie supo jamás a qué se refería. Tampoco se pudo confirmar, oficialmente, si los norteamericanos fueron a por bases alemanas ocultas en la Antártida…

Por si esto fuera poco, el Almirante y Jefe de las Fuerzas Navales alemanas, Karl Dönitz, aseguró, en diciembre de 1943 -el mismo año del controvertido Proyecto Filadelfia-, lo siguiente:

La flota alemana se siente orgullosa de haber construido un paraíso terrenal, una fortaleza inexpugnable para el Führer en alguna parte del mundo[2].

¿Se refería a la Antártida?

 

 

Es de sobra conocido que Hitler era un esotérico, obsesionado por objetos sagrados como el Arca de la Alianza, el Santo Grial o la mítica Lanza de Longinos. El líder nazi creía que la “raza aria” descendía de un pueblo nórdico perdido, una cultura avanzada que algunos llaman “Hiperbórea”: una región situada por los mitos griegos en “las tierras septentrionales” -aún desconocidas-, al norte de Tracia.

De hecho, su nombre es griego: Υπερ βορε?α o Hyper Boreas, “más allá del norte”. Deriva precisamente de que se creía que el dios-viento Bóreas habitaba en Tracia; y los hiperbóreos, sus hijos, lo harían más al norte de éste reino, en el país de Hiperbórea. Por ello, muchos esotéricos sitúan ese mundo perdido en el extremo norte de europa, y teorizan que sus antiguos habitantes eran “gigantes blancos de largas cabelleras rubias”.

Hilter se adentró en estas informaciones y, sin duda, las tergiversó. A toda costa quería acceder a los “tesoros” de los hiperbóreos[3].

Tal vez, el más poderoso era el “Santo Grial”, que si bien es cierto se remonta a tiempos de Cristo, la reliquia sagrada habría pasado a manos de los guardianes del reino subterráneo. Hitler creía esto, y por ello envió expediciones a varias partes del mundo para hacerse con los secretos de los intraterrestres. Está probado que investigadores alemanes visitaron enclaves sagrados -relacionados al intramundo- en Asia y Europa. Incluso, en América.

Y se supone que ésa fue la razón de la presunta expedición nazi a la Antártida: las SS creían que había allí rastros de una antiquísima civilización, enterrada bajo los hielos. Una ciudad que esconde en sus palacios y templos viejos tesoros que el ser humano considera “imposibles”.

Richard Byrd -que dicho sea de paso, se dice, era un gran esotérico- estuvo en el polo norte y el polo sur. Dejando a un lado su presunta historia del mamut en el ártico, fue su expedición militar a la Antártida la que encendió las dudas.

Otro elemento sospechoso fue el relato de varios supervivientes nazis que aseguraron que “el sur del mundo” fue el “escondite perfecto” luego de la guerra… Argentina y Chile habrían sido solo la “primera parada”.

¿El secreto es una ciudad perdida?

Si bajo los hielos quedó enterrada, ¿qué clase de cataclismo la sepultó en la Antártida? ¿Qué tan antigua es? ¿Quiénes la diseñaron? ¿Los militares norteamericanos sabían algo de esto? ¿Obligaron a Byrd guardar silencio?

 

Arriba: en internet empezaron a difundirse estas imágenes de presuntas pirámides halladas en la Antártida. Nadie pudo confirmar su autenticidad. Al margen de la existencia real de Kayona, la mayoría de fotografías que circulan sobre "construcciones" en el polo sur, son falsas.

 

 [1] A look at Operation Highjump twenty years later. Antarctic Journal of the United States, Bertrand, K.J. 1967.

 

[2] El enigma nazi, José Lesta y Miguel Pedrero, Edaf, 2009.

 

[3] Las reliquias de Hitler, José Gregorio González, América Ibérica, Madrid, 2010.

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