A inicios de los años noventa un mantra se había hecho muy popular en los grupos de contacto extraterrestre de Lima: la palabra Zin Uru. Esta “llave”, se decía, era capaz de abrir puertas entre las dimensiones y no en vano se la empleó en numerosas expediciones y viajes de contacto, desde el desierto de Chilca a la mismísima Gran Pirámide de Giza. Pero, ¿de dónde surgió tamaña revelación? ¿Era acaso un mensaje de los extraterrestres?
Las Tablas Esmeralda
La respuesta es no. La información surgió de un críptico texto atribuido a Hermes Trismegisto: “Las Tablas Esmeralda”. El gran sacerdote de conocimiento, conocido en círculos esotéricos como Thot el Atlante, habría plasmado esta información hace miles de años para liberar al hombre de la influencia de la oscuridad. Muchos pensaron que esta información era un manuscrito antiguo, un hallazgo arqueológico en Egipto como se supone era el Kybalion, otra revelación atribuida al gran Hermes. Pero en ninguno de los casos era así. El Kybalion es un libro que contiene maravillosas enseñanzas esotéricas, pero publicado en 1908 por iniciados rosacruces y teósofos. Y “Las Tablas Esmeralda”, el asunto que ahora nos ocupa, también tiene un origen contemporáneo: la obra fue publicada en 1939 por el esotérico norteamericano Claude Dodgin, más conocido por su pseudónimo “Dr. M. Doreal”.
He citado a Doreal en mis libros al referirme a Monte Shasta. En la montaña sagrada de California habría accedido a una base subterránea, llevado por dos seres que supuestamente eran “supervivientes de la Atlántida”. En 1925, siempre de acuerdo a sus afirmaciones, Doreal logró decodificar, en la mismísima Gran Pirámide de Giza, las informaciones que aparecen en “Las Tablas Esmeralda”. Es decir, su libro es una canalización.
Y es oportuno aclarar que el texto aportado por Doreal nada tiene que ver con las auténticas “Tablas de Esmeralda”: un ensayo iniciático, con claros conceptos alquímicos, que se remonta a épocas medievales (con textos arábigos predecesores fechados en el Siglo VI).
La Tabla Esmeralda era una revelación cósmica escrita en una piedra verde. Así la imaginó en el Siglo XVII el físico, alquimista y filósofo hermético alemán Heinrich Khunrath. Crédito de la imagen: Creative Commons.
Pues bien, en el libro canalizado de Doreal se dice:
“Vi el rodar de los ciclos como vastos círculos a través del cielo. Supe entonces que todo lo que tiene ser está creciendo para encontrar todavía a otro ser en un agrupamiento a lo lejos del espacio y del tiempo.
Supe entonces que en las palabras está el poder para abrir los planos que están ocultos al hombre. Sí, que incluso en las palabras yace oculta la clave que abrirá arriba y abajo.
Escucha, ahora hombre, esta palabra que dejo contigo. Úsala y encontrarás poder en su sonido. Di la palabra: ZIN-URU y encontrarás poder. No obstante, debes entender que el hombre es de Luz y la Luz es del hombre”.
Esto no nos tiene que sorprender. Numerosos grupos de contacto extraterrestre han bebido de fuentes esotéricas. Desde George Adamski al Grupo Rama. Por ello no es difícil hallar referencias al sistema de chakras, las siete leyes universales, la práctica de la Gran Invocación de Alice Bailey (publicada en 1945) o la vocalización del mantra canalizado en la Gran Pirámide por Doreal: el Zin Uru.
Ahora bien, más allá de los aciertos, errores y exageraciones de Doreal y otros esotéricos de su tiempo, debo admitir que el extraño texto tiene algo poderoso. Una magia que, más allá de la mente racional, que todo lo analiza y procesa, permanece. Hay un misterio detrás de las líneas. Un “mensaje” real detrás de la “canalización”.
Lo diré sin tapujos: me consta que Zin Uru es una llave genuina, más allá de que haya sido tan mal interpretada y usada a lo largo del tiempo.
Tal vez, más que pensarla, hay que cantarla y sentirla.
Y que cada uno saque sus propias conclusiones.