“Colocaron en el centro un rayo de gran potencia dador de Vida, dador de luz,llenando con sus poderes a todo aquel que se les acerque.Colocaron tronos a su alrededor, tiene treinta y dos lugares,uno para cada uno de los Hijos de la Luz, colocados de tal manera, que constantemente les da la radiación, llena con la Vida de la Luz eterna”.
Tablas Esmeralda de Hermes Trismegisto. Canalización de M. Doreal, 1939.
En el marco de las viejas tradiciones budistas Chintamani es una piedra mítica con capacidad para conceder deseos a quien la porta. Se la conoce como la "Piedra de la Esperanza" o "Joya del Pensamiento", según el idioma sánscrito (chintá: "pensamiento", mani: "piedra preciosa"). En el budismo, la piedra la lleva Avalokitésuara, uno de los bodhisattvas o representaciones de Buda. También ha sido vista cargada en la espalda de Lung Ta, el caballo del viento. La tradición budista sostiene que si se recita el Dharani de Chintamani, uno obtiene la sabiduría de Buda, alcanza la capacidad para comprender la verdad acerca de Buda, y convierte las aflicciones en bodhi (inteligencia).
Síntesis de una iniciación en Mongolia
En agosto de 2007, un grupo de siete personas, que viajaron desde Argentina, Perú, Ecuador, Honduras y Puerto Rico, se reunieron en Mongolia para emprender una expedición al desierto de Gobi. Desde el Siglo XIX, un grupo de lamas custodia un lugar que se halla “conectado” con la mítica Shambhala, la ciudad sagrada del budismo que contiene la esperanza y el futuro de la humanidad.
Formé parte de esa expedición y debo decir que el viaje me ha afectado profundamente, tanto por las experiencias, como por la vivencia en sí de estar en un lugar tan sagrado, y haber podido corroborar de propia boca de los lamas mucho de lo que veníamos afrontando todos estos años en el contacto extraterrestre.
En lo que informaciones se refiere, pudimos “armar el rompecabezas” que señala la historia de un piedra de naturaleza cósmica (ver el artículo "El Código Roerich" en esta misma sección), sumamente importante, pues estaría entroncada con la leyenda del Santo Grial y episodios desconocidos del llamado “Plan Cósmico”. Esta información la fuimos recibiendo en una serie de experiencias desde el año 2003, y terminó de completarse en el contacto interdimensional que el grupo de viaje tuvo en el desierto de Gobi, en aquella “puerta” de luz que protegen los lamas desde hace casi 200 años.
Este es un pequeño resumen de lo recibido, que compartimos aquí para ser estudiado y comprendido.
Decenas de stupas y “Los Ojos que todo lo ven” de Buda protegen el área sagrada en donde se halla la puerta dimensional del desierto de Gobi.
La piedra de la Creación
El Universo Material fue creado por una realidad “no física”, dicen los extraterrestres. Ellos denominan a esa realidad “Universo Mental”, un lugar —si se puede emplear ese término— donde la luz es semejante en naturaleza a un pensamiento humano. La historia cuenta que desde allí se emanó el plano de la materia, dando aparición al espacio-tiempo y el nacimiento de gigantescas galaxias, estrellas, planetas, y todo el conglomerado celeste que hoy por hoy procuramos desentrañar observando el firmamento.
Con la aparición de vida inteligente, y el desarrollo de naves espaciales, la exploración del Universo y sus misterios fue una constante. De esta forma llegó el descubrimiento que cambió vertiginosamente el desarrollo tecnológico de las civilizaciones extraterrestres que nos precedieron: sus primeros exploradores hallaron una forma extraña de cristales muy cerca del centro de las grandes formaciones nebulosas y próximas al peligroso núcleo de algunas galaxias —en donde muchas veces perecieron al ser absorbidos por hoyos negros supermasivos—; entonces sus científicos tomaron muestras y las estudiaron intensamente, concluyendo de que se trataba de un desconocido fenómeno de “transmigración” de energía al haberse creado el Universo Material. Es decir, aquellos cristales provenían del plano de la mente en donde la luz no es física, pero que llegó a corporizarse al “pasar” al nuevo plano material que había sido engendrado.
Estos cristales eran diferentes a otros que eran conocidos en sus mundos de origen, generalmente formados durante la cristalización lenta de los magmas terminales —como ha ocurrido también en la Tierra—; el reciente hallazgo de aquellos impresionantes objetos verdes brillantes ponía todo en jaque: tenían un origen sobrenatural que les permitía acumular mayor cantidad de energía que los cristales convencionales. Ello, como es de imaginarse, supuso un gran salto tecnológico para aquellas civilizaciones que, con el transcurrir del tiempo, fueron aplicando el empleo de esos objetos para la industria, la navegación espacial, y más tarde para la guerra. Les llamaron “Ergomenon”. Y de acuerdo a su geometría y programación podían ser aplicados a distintas tareas. Pero aún no habían visto todo.
Un grupo de científicos decidieron estudiar el centro de la Gran Nebulosa de Orión. No era la primera vez que lo hacían, pero un accidente afortunado les llevó a dar con el mayor de los descubrimientos.
La imponente nave, en la cual se desplazaban a través del torrente de radiación ultravioleta de la gran nebulosa —y resistiendo las duras condiciones allí reinantes— golpeó de pronto un objeto que inicialmente pensaron se trataba de masa en formación. A través de sus pantallas vieron el cuerpo de roca, ya fragmentado, y distinguieron en su interior descubierto un brillo esmeralda que ya conocían. Inmediatamente introdujeron el objeto en la nave y, al limpiarlo de su efectivo “camuflaje”, se encontraron con un bellísimo cristal octaédrico, que de inmediato se encendió y les mostró cual oráculo el futuro de su civilización, la gran guerra que vendría, y la aparición de una nueva raza que daría esperanza a todo el Universo.
Los científicos que hallaron el Gran Cristal, sorprendidos, comprendieron que aquel cuerpo había sido el primero en “pasar” al Universo Material cuando el plano entero fue creado. Representaba el camino por el cual la luz mental se hizo sólida: una suerte de alquimia cósmica, y por ende el secreto de cómo se habían “construido” los mundos y soles, los portales y las galaxias. Aquel cristal maravilloso encerraba la formula de la Creación. Pero, ¿de qué estaba hecho aquel objeto? ¿Cómo se formó?
Generalmente se sabe que en un cristal las moléculas, átomos o iones se encuentran organizados simétricamente. Este orden interno muchas veces dictamina la “apariencia” del cristal. Empero estas formaciones no son exclusivas sólo de lo minerales, sino también de compuestos orgánicos. Incluso en el agua. ¿Era un ser vivo aquel cristal? ¿Qué fuente mantenía el orden de su perfecta estructura geométrica? ¿Cómo podía “ver” el futuro? Sea cual fuese la respuesta, los exploradores extraterrestres no podían abandonarlo a su suerte en el espacio. Sabían que no tenían más remedio que llevarlo con ellos. Finalmente lo tomaron como una misión, y se transformaron en sus primeros custodios.
El resto de la historia ya la conocemos: la denominada Guerra Antigua estalló en el mismo lugar donde anteriormente se había hallado el extraño cristal. Quizá, esta fue la razón de peso por la cual distintas civilizaciones se empezaron a interesar en la Nebulosa de Orión.
Lo cierto es que los primeros exploradores se exiliaron y dejaron el cristal a custodia de un grupo de guardianes y vigilantes que estaban comprometidos, en secreto, con la profecía del Gran Cristal. Algunos de ellos formarían parte más tarde del contingente de 32 enviados a la Tierra para sembrar la semilla de la luz.
Esa historia empezaba a adquirir otro sentido.
Arriba: representación de las "Tablas Esmeralda" de Thot el Atlante o Hermes Trismegisto. Se piensa que su sabiduría estaba plasmada en una piedra verde de origen cósmico, como el Grial, la Piedra de Chintamani que citaba Roerich, o la Diosa Umiña de los incas, otra esmeralda "sobrenatural" que podía curar a las personas. ¿Fragmentos del objeto "madre" que llegó de Orión al Gobi?
La fundación de Shambhala
De acuerdo a la información que los Guías nos fueron revelando, luego de la destrucción de la Atlántida —en el año 10,500 AC— un grupo de 32 seres extraterrestres, representando cada uno a una civilización diferente del cosmos, todas unidas bajo un mismo propósito de luz, llegaron a la Tierra para establecer un gobierno interno positivo; es decir, plasmar en nuestro planeta un orden que ya existía en el Universo, y que se veía reflejado en la denominada “Confederación de Mundos de la Galaxia”. Era el inicio de la Hermandad Blanca.
Una gran nave, de aspecto triangular y de un color blanco tan puro como la nieve, se instaló en el hoy desierto de Gobi, en Mongolia. La ubicación había sido estudiada previamente, pues en esa área del mundo, en el pasado, diversas expediciones extraterrestres se habían asentado construyendo inmensos túneles para la explotación mineral. Los 32 enviados aprovecharon la existencia de esas galerías abandonadas para adaptarlas a su misión de preservar y proteger la verdadera historia de la Tierra, que fueron “leyendo” del Registro Akásico o memoria matriz del planeta, y archivándola en una impresionante colección de planchas metálicas de ingeniosas aleaciones, semejantes al legendario “Oricalco” de Platón.
Este procedimiento era más que importante, ya que cada cierto tiempo, al completarse un ciclo cósmico, poderosas energías provenientes del espacio afectan el campo magnético de la Tierra alterando la información contenida en su “registro”.
En términos sencillos, los 32 enviados procuraron una “copia de respaldo” de toda esa información para que ningún fenómeno externo la perdiese para siempre.
También sabemos que fue allí donde se construyó el Gran Disco solar, un plan maestro que procuraba “unir” los otros doce discos que provenían originalmente de un gran objeto, que fue creado en tiempos de Lemuria para conectarse con el Universo y comprender su naturaleza.
Pero la misión de los 32 poseía un ingrediente secreto: habían traído con ellos el Gran Cristal que fue hallado en la Nebulosa de Orión. Lo depositaron en una galería subterránea especialmente acondicionada para su protección, bajo el suelo del silencioso Gobi. Y cuando el Gran Cristal fue colocado, se “activó”, iluminándose con un brillo esmeralda que parecía provenir de otro plano más allá de la materia. Entonces se produjo el “alumbramiento” del Gran Cristal: tres pequeños objetos, de similar naturaleza, se desprendieron de su madre. Aquellos elementos emprenderían un largo viaje a través de la superficie, mezclándose entre la humanidad en tiempos de suma trascendencia.
Esos objetos, al igual que el Gran Cristal que los engendró, eran indestructibles. Pero todos eran intensamente custodiados para que no cayeran en manos equivocadas. De hecho, estos pequeños cristales han vuelto una y otra vez a los diferentes Retiros Interiores de Asia y de todo el mundo, pero sin integrarse nuevamente al gran objeto viviente que lo desprendió. Ello ocurrirá cuando la magna obra de la Hermandad Blanca termine.
Asociar los fragmentos del Gran Cristal con la leyenda de la Diosa Umiña de los Incas, la Piedra de Chintamani de Roerich, e inclusive los primeros relatos que hablan del origen cósmico del Santo Grial, como se explicó anteriormente, no resulta descabellado.
Los 32 enviados sabían que sólo la humanidad de este planeta podría revelar el misterio y mensaje del Gran Cristal, por tanto cierta tranquilidad reposaba en sus mentes cuando se produjo el despertar y alumbramiento de su tesoro secreto. Fue así que decidieron mover la gran nave hacia el extremo oeste del desierto, donde dominan las altas y sagradas montañas del Altai. Desde allí vigilarían cada rincón del antiguo Gobi.
Hallaron en el macizo del Belukha, en Siberia, el lugar perfecto para ocultar su nave bajo la corpulenta estructura. Luego aprovecharon la tecnología de navegación de su ingenio espacial para congelar sus cuerpos —como si fueran a emprender un largo viaje— quedando en estados de animación suspendida. Lo hacían así pues al morir en la Tierra —donde seres de otros mundos experimentan un envejecimiento prematuro— sus almas deberían volver a sus planetas de origen, y ellos aún no habían terminado su misión. De esta forma quedaron físicamente “dormidos” en sus capsulas de hibernación, pero espiritualmente activos y vigilantes desde otro plano. La luz del Gran Cristal, cual rayo dador de vida, les acompañaba.
Este proceso supuso un traspaso de postas: desde que llegó el Gran Cristal a la Tierra los hombres más elevados del mundo, muchos de ellos supervivientes de la catástrofe de Atlántida, emprendieron viaje hacia el Gobi y el Altai, sintiendo fuertemente el llamado de los 32 y la energía de aquel objeto cósmico que ahora latía, cual luz maxin o antorcha eterna de cada Retiro Interior. No en vano, el "chamanismo" empezó en el Belukha. La palabra chamán proviene del siberiano y significa "hombre sabio".
Así, el remanente de antiguas culturas antediluvianas, todos ellos seres sabios que habían comprendido el error de sus semejantes cuando se generó el divorcio entre la ciencia y la espiritualidad —como ocurrió con la Atlántida— se constituyeron en los nuevos guardianes materiales del Gobi y las altas cadenas montañosas adyacentes.
Era el inicio de Shambhala. La ciudad luz, la semilla de la Paz.
El cumplimiento de un plan cósmico
El Gran Cristal se había enlazado mágicamente con la red nodal del planeta, conectando incluso túneles y espacios subterráneos, inundando todo con su brillo verde brillante de creación. Durante varios miles de años, los habitantes de esta humanidad subterránea, vigilante y protectora de los secretos del Gobi y las montañas, permaneció activa físicamente. Hoy en día, la mayoría de aquellos Maestros ha emigrado a otros planos, en donde continúan su magna labor.
Esto está sucediendo porque se aguarda otro cambio de postas, tal como ocurriera con el deseo de los 32 enviados de perpetuar la cadena, quedando por voluntad propia a vanguardia de que todo lo anunciado se cumpla. Los mensajeros extraterrestres conocían bien su misión, pues en anteriores oportunidades, luego de la Guerra Antigua, su Consejo había enviado diferentes misiones a lejanos mundos para sembrar la semilla de la paz. La visita de estos seres a la Tierra suponía la décima cruzada. Y quizá la última y definitiva.
NOTA: el cuerpo principal de la Piedra de Chintamani se encuentra actualmente en los Andes. Sus tres fragmentos -que inspiraron el diseño de la Bandera de la Paz de Roerich- se movilizan aún por el mundo y, cuando vuelvan al cuerpo principal o "Cristal Madre Octaédrico", el sagrado objeto y toda la información reunida por sus tres pequeñas "esmeraldas" viajará de regreso al Universo.
En el año 2012, los 32 abandonaron su estancia física en el Belukha como parte de este proceso de "entrega de la posta". También su gran nave fue retirada del macizo del Altai. Pero sus conciencias se mantienen alllí, como guías en el planeta. No obstante, en el Belukha, como en el desierto de Gobi, han quedado importantes vestigios de esta visita extraterrestre, elementos que permanecerán allí hasta que el hombre recuerde y los descubra.