La cordillera del Ybytyruzú (Yvyty significa montaña, y rusu significa grande), es una región de serranías localizada en la región oriental de Paraguay. Constituye una valiosa reserva de fauna y flora, con cientos de especies que conviven en una reserva paradisiaca que es bendecida por numerosos cursos de agua. Los antiguos habitantes del Paraguay eran conscientes de este ecosistema único, dejando vestigios de su paso en lugares como Itá Letra (piedra escrita), el “Pusharo” de Paraguay. La analogía no es gratuita.
La roca de los símbolos del país guaraní se halla, de acuerdo a distintos investigadores, en un sector del ancestral Tape Avirú (camino pisado) un gran sendero que unía la costa de Brasil con la actual Paraguay, desde donde se proyectaba hacia los Andes para conectar con el famoso Qhapac Ñan, la corpulenta red vial preinca que adoptó y mejoró el Tawantinsuyo. Gracias a este sistema, los nativos enlazaban ambas costas de Sudamérica a lo largo de miles de kilómetros. Solo basta recordar la historia de Alexo García, el primer europeo conocido que recorrió todo este camino desde un océano hasta el otro. El marinero portugués había naufragado en 1516 en las costas del sur de Brasil tras el fracaso de una misión española para navegar por el Río de la Plata. Pero García y otra media docena de marineros fueron acogidos por los amables guaraníes. Durante su convivencia con los nativos, el explorador escuchó con atención las historias sobre un camino que conducía a un imperio en las montañas rico en oro y plata. Entonces el portugués montó una expedición con dos mil guerreros guaraníes hasta los Andes, a casi 3.000 km de distancia. Aunque no hay muchos restos visibles de este camino (llamado también Peabirú en Brasil), los especialistas no dudan de su existencia. Y en Paraguay es sabido que el sendero era algo más que una red vial de comunicación. También unía lugares sagrados y uno de ellos es la mencionada Itá Letra, situada en pleno corazón del Ybytyruzú.
Visité en diversas ocasiones esta región. Examiné y fotografié los curiosos petroglifos (los más antiguos datados en unos 5.000 años de antigüedad, ver abajo), y en mis campamentos constaté la actividad ovni en el lugar. Presenté todo esto en 2006 en mi programa Enigmas, que transmitió el canal 13 de Asunción.
Fotografías por Mabel López Arias.
El grupo de contacto de Asunción tuvo la intuición fina y me invitó para ofrecer un taller en el campo, en pleno Ybytyruzú, en un hermoso predio llamado Jaguareté Kua (“la cueva del jaguar” o “la cueva de la verdadera fiera”), situado muy cerca a Itá Letra.
Acepté la propuesta y la experiencia fue extraordinaria.
Una sincronicidad de hace diez años
Siempre supe que este lugar era muy importante. Sin embargo, es desconocido en el mundo del misterio, sin la reputación que gozan otros lugares de contacto como Atacama, el cerro Uritorco, Cusco o Monte Shasta. Pero hoy es el tiempo del Ybyturuzú. Es el tiempo de que su mensaje trascienda más allá de Paraguay.
Sol y yo llegamos al campamento base el jueves 24 de octubre. Allí fuimos recibidos por Eliana Rodas y Hugo Benítez, los anfitriones de Jaguareté Kua. Eliana fue parte del equipo de producción de mi serie en Paraguay. Además, participó de varias expediciones al Ybyturuzú. Con los años tomó una importante decisión: abandonar la ciudad para establecerse en este auténtico paraíso.
El viernes 25, a puertas de iniciar el campamento-taller, algo empezó a gestarse.
Esa mañana recibí un mensaje de la investigadora peruana radicada en España Giovanna Rodríguez. Su cuenta de Facebook le había recordado una fotografía de hace diez años (24 de octubre de 2014), en donde aparezco psicografiando un mensaje durante un retiro en la montaña de Montserrat. Lo curioso es que en esa fotografía que me hizo Jordi Sánchez aparece sobre mi cabeza un extraño orb “triple”. ¿Eran “ellos”?
Copio a continuación el mensaje completo que recibí en Montserrat:
Sí, soy Antarel:
Estoy en contacto desde el volcán Chimborazo (Ecuador). Aquí poseemos una instalación que está conectada a nuestra base principal en los Andes peruanos (en referencia al Huascarán).
Sí, cuando logran aquietar la mente podemos comunicarnos con mayor facilidad, sin mayor interferencia. Poco a poco han logrado hallar ese balance, el silencio que abre las puertas y que aleja el ruido que surge de los pensamientos en asimetría. Sugerimos que no descuiden el diálogo interior, la auto-observación y la quietud. No sólo porque ese contexto ayuda a establecer un mejor contacto con nosotros; también es importante para enriquecer la visión en perspectiva y vibrar correctamente en la naturaleza de la paz.
Para el año 2016 los aguardamos en Monte Perdido, mes de junio, del 24 al 26. Luego, el 1 de agosto en Altái y el desierto de Gobi, en el viaje simultáneo previamente acordado. Y, finalmente, podrán convocar al encuentro mundial de Atacama para septiembre, en el día 24. Como bien compartiste con tus hermanos, estos viajes y encuentros no procuran “buscar afuera” lo que ya llevan dentro. Es, sencillamente, una labor consciente en lugares de poder que funcionan como “espejos”. Todo este movimiento les ayudará a recordar.
Y recuerden que en lo más íntimo de cada uno estamos nosotros. Está todo. El universo hablando. Nunca pierdan la esperanza de creer para crear nuevas realidades que aseguren el futuro. No permitan que ciertas circunstancias que enfrenta la humanidad les desaliente. La luz abre las puertas e ilumina los rincones más recónditos. Todo a su tiempo. Están haciendo una labor maravillosa. No están solos.
Antarel
Volver a leer este mensaje y constatar que todo cuanto señalaba se había cumplido, me sobrecogió. Los viajes y experiencias de contacto en los lugares mencionados, en las fechas concretas que “ellos” marcaron, se habían desarrollado con éxito, incluyendo un contacto físico en el Valle de la Luna del Atacama (descrito en mi libro Tierra II). Pero el enviado de Alfa Centauri también se refirió al estado de ánimo humano ante situaciones de prueba. Parecía ser como si el mensaje no tuviese una década de haber sido recibido y tomara atemporalidad, vida propia en este momento planetario.
Menuda sincronicidad revivirlo diez años después.
Guardianes espirituales
Esa misma mañana siete personas realizamos una exploración por la zona. Transitamos un sendero en la selva que conduce hasta una elevación con un precioso mirador. Ese lugar esgrime corpulentas rocas y en medio se alza un inmenso curupaú (Anadenanthera colubrina), un árbol sagrado para los nativos que atesora propiedades medicinales y psicoactivas, un árbol guía que, por cierto, también fue empleado por los chamanes de las sierras de Córdoba (molienda de las semillas del cebil colorado). La creencia nativa asegura que en estos árboles abuelos se reúnen los espíritus de los ancestros. Y que la propia vegetación que los secunda tiene su consciencia y energía transformadora.
Parte de las raíces del árbol se podían apreciar en una cueva que se extiende bajo sus pies. Entramos en ella y allí encontré una roca horadada que me recordó las cuencas sagradas que se usan para ofrendas en ritos de fertilidad en los Andes. Guillermo Sorrente y yo sonreímos al detectar esta “señal”.
Hicimos entonces una meditación para conectar con la memoria de este santuario, pidiendo permiso a los espíritus guía del Ybytyruzú. Fue allí que visualicé una esfera dorada flotando sobre las copas de los árboles. Por un instinto abrí los ojos, como buscando la supuesta esfera que había visto mentalmente, pero no detecté nada. Entonces algo me dijo: “Sí, estoy aquí”, y sobre las copas de los árboles sentí esa presencia, que solo podía ver al cerrar los ojos como la mencionada esfera dorada de energía. Lo extraordinario es que se movía con gracia sobre los árboles y a su paso iban cayendo las hojas amarillentas. Fue hermoso. Esto lo presencié con los ojos abiertos. Por si ello fuera poco, mi esposa Sol también sintió la presencia y al abrir los ojos llegó a ver, por un instante, a esa esfera dorada sobre los árboles con el detalle de las hojas amarillas que hacía caer. Cuando ambos confirmamos la experiencia nos emocionamos. Y luego comprendimos el mensaje simbólico de esta manifestación… Eliana Rodas nos comentó que esas presencias ya habían hecho de las suyas en la zona de la cueva.
Era el presagio de que esa noche algo especial iba a suceder.
Ricardo y Sol en lo alto del mirador, el árbol abuelo y la cueva.
Luces en el Ybytyruzú y un mensaje de Ivika
Una vez que todo el gran grupo del campamento taller estaba reunido, iniciamos nuestras meditaciones y prácticas de contacto en una gran explanada cerca a las tiendas de campaña. En el cielo nocturno distinguimos el paso de unos satélites y el bello destello de planetas como Saturno o Venus, que se veía imponente. Pero “ellos” no querían faltar al espectáculo. Aparecieron varios objetos que surcaron el cielo de forma sinuosa y pulsando luz acorde a nuestros pensamientos y comentarios, algunos, incluso, “contestaron” nuestro láser con puntuales emanaciones.
Alrededor de las 22 horas nos situamos en otro espacio del campamento, en una elevación que nos permitía ver los cerros que dan la espalda a Itá Letra. Entonces “ellos” volvieron a mostrarse, y con mayor fuerza.
Eran varios objetos luminosos que, literalmente, parecían danzar sobre los cerros. Estimo eran muy grandes porque se dirigían hacia el cerro de Itá Letra y se metían detrás de él. ¿Nos querían confirmar algo con este desplazamiento? Algunas luces subían y desaparecían de la nada, otras bajaban hasta perderse de vista, y otras volaban en formación, con tres o cuatro objetos organizados hasta “romper filas”. Lo digo con firmeza: fue un auténtico show.
“Escribe”, escuché este comando mental dentro de mi cabeza. Era Ivika.
Me sorprendió que el mensaje llegué tan pronto, a pocas horas de haber iniciado el campamento.
Pero Ivika insistió y la actividad ovni se incrementó en ese preciso momento.
Decidido, tomé mi cuaderno de campo y psicografié el siguiente mensaje:
Viernes 25 de octubre, 2024. 22:30 horas.
Sí, soy Ivika.
Nos hallamos en este lugar, acompañando. Te podemos confirmar que una zona-ventana se encuentra aquí, operativa desde tiempos muy antiguos y ahora reactivada. Esta característica convierte a esta región de la cordillera como un espacio ideal de entrenamiento y contacto.
Seguiremos estimulando grupos de contacto en el mundo, pero como ya les dijimos, bajo una dinámica distinta.
Que los acontecimientos del mundo no les desaliente. Les reiteramos esa consigna. Es parte del proceso que deben afrontar. Sí, algunas situaciones pueden detenerse, otras modificarse o retrasarse, y cada una de esas posibilidades puede repercutir en las franjas de tiempo y su desenlace.
Es importante que comprendan esto:
Desde mi aparición y funciones con ustedes (Ichic Puna, 2015), han transitado un primer compartimiento que abarcó cuatro años hasta el avistamiento programado con investigadores en Atacama (septiembre 2019). Inmediatamente a ello ingresaron en el segundo compartimiento, una etapa que implicó ajustes e importantes procesos de crecimiento. Comprendió cinco años, culminando con la segunda expedición a Pariacaca (agosto 2024). Ahora transitan el tercer compartimiento, que consistirá en tres años de definiciones. Como saben, esperamos que el bucle de 2027 sea superado. De ser así, un nuevo espacio de tiempo se abre para ustedes, que podría significar una etapa clave de diez años.
“2037”. Sí, marcamos esa fecha. Examina la fotografía de Montserrat y el mensaje que recibiste.
Y sobre tu pregunta: no desapareceré. Solo cumpliré mi parte. Y ustedes también.
Ivika
Quedé absolutamente impactado...
Tomé mi teléfono celular y abrí la aplicación de fotografías. En el carrusel de imágenes se encuentra la fotografía de Montserrat de 2014. Solo que el teléfono le asignó otra fecha: 31 de diciembre de 2037. Nunca le había dado mayor importancia. Lo tomaba como un error de software. ¿Por qué 2037? ¿Es, efectivamente, un nuevo plazo? ¿Algo ocurrirá en ese fecha? ¿Por qué en una imagen en donde yo aparezco con esa “anomalía” sobre mi cabeza? ¿Será la fecha de mi “partida”? No lo sé. Sea cual sea mi “acuerdo”, cruce al otro lado antes o después, lo que sí tengo claro es que todo esto no era una caprichosa casualidad.
Leí el mensaje al grupo y cuando explicaba lo de 2037 apareció un nuevo objeto, el más espectacular de todos. Inicialmente parecía construir una suerte de filamentos luminosos a su alrededor, insinuando una figura o símbolo que no pude memorizar. Acto seguido se encendió en un potente pulso de luz naranja que arrojó en nuestra dirección… Lo hizo exactamente cuando mencioné "2037"...
“Medita en todo esto. Al día siguiente ya no estaremos”, me dijo Ivika, en relación a la expectativa que tamaña actividad ovni podría generar en todo el grupo. Así lo comuniqué y lejos de desanimarse, el grupo estuvo concentrado en los ricos y profundos diálogos y las prácticas de meditación.
Ese sábado se sentía la presencia de algo observando, pero esta vez, tal y como me había comunicado Ivika, sin una nueva actividad en el cielo. Y no hacía falta. El grupo había comprendido la esencia del verdadero contacto. Hubo una alta demostración de madurez en todos.
“Te vas a sorprender del maravilloso grupo que se ha formado”, me había anticipado mi querida Aurora Ruggero, una de las organizadoras del evento. Tenía toda la razón.
El maravilloso grupo en el campamento-taller.
El sábado 25, durante una meditación, la antropóloga y docente universitaria Lilian Alderete, una reconocida investigadora, conectó con una presencia del lugar y psicografió un mensaje en guaraní…
Lo comparto a continuación con su traducción al español.
Che réra ka'aguy ha’e hina: ka'aguy ñangarekorusu
Péichama voi oñeme'ê chéve che reñói guive. Che aiko koa ko yvýpente voi, añangareko hağua hese. Hetáma ojeju ko'ápe , ha péina peê penemandu'a pejerure vaerãha peike haguâ kóva ko yvy kóvape. Heta mba’e aikuaa ha heta mba'e gueteri amombe'úta peême
Ñande Ru'ete ha ñande Jarýi oma'e pende rehe. Ha’ekuéra oipotarõ che amombe'uta mbeguekatùpe, mba'épa oî ko'ápe ko ñande jerére
Heta mba’e okañy pende resa gui. Mbegue katúpe mante peikuaàta
Peñembo'e vaerâ ha penemba’e jerurekuaa vaerã ñande Ruetépe ha ñande Jarýipe avei. Ha pe hecháta ha peikuaata avei.
Kuñanguéra ohenduta takuapu. Ha kuimba'e kuéra ohenduta maraka. Ikatu avei ohecha guyra yrõ mymba'imimi
Peñembo'e ha pejerure ñande Ru'etépe ha ñande jarýipe
Che ama'êta pende rehe
Mi nombre montaraz es, “el gran cuidador de los montes”.
Desde mi nacimiento ya me dieron ese nombre. Yo vivo en estas tierras para custodiarlas.
Muchos ya vinieron a esta zona, pero ustedes fueron los que pidieron permiso para ingresar.
Muchas cosas sé y muchas aún les voy a revelar.
Nuestro gran Padre y la Madre les observan.
Y si ellos autorizan, yo les voy a revelar de a poco qué hay en estos lugares.
Hay cosas que aun ustedes no perciben a simple vista.
Deben orar y pedir al Padre y a la Madre también.
Las mujeres oirán el sonido de las tacuaras (cañas).
Quizá puedan ver como las aves y algunos insectos interactúan con ustedes.
Oren y pidan a nuestro Creador y a la Madre. Yo les cuidaré…
Me resultó un mensaje muy bello que describía lo que exactamente sucedió en la cueva cuando hicimos la meditación de permiso en nombre de todos. Alderete no lo sabía…
“El nombre Ivika se parece al guaraní”, me confirmaba Alderete. Ivika suena a Yvy Ka’a. Yvy es la tierra. Ka’a la yerba.
“Yerba de la tierra”, pensé y sonreí.
Un nombre más que apropiado para una descendiente de humanos en el espacio…
En 2025 volveremos al Ybytyruzú.
La fotografía del orb de Montserrat se guardó con la fecha "2037".