Crédito imagen de portada: Encuentros cercanos en la tercera fase, 1977.
No me resultó fácil aceptar esta información. Mi intelecto la combatía a capa y espada, pero mi corazón la trataba con afecto. Y es que algo muy profundo en mí me conectaba con la idea de un propósito superior detrás de los encuentros cercanos. “Sabía”, más allá de mi rebeldía mental, que tras el telón de las experiencias con los ocupantes de lo ovnis se hallaba un plan maestro, una misión. Tal vez, solo estaba “recordando”…
Hoy no tengo dudas: existe un Plan Mayor que organiza a distintas civilizaciones extraterrestres que están operando en nuestra realidad. Desde luego, hay de todo en el universo, seres con las más variadas apariencias e intenciones. Pero me concentraré aquí en la información que los extraterrestres de aspecto humano nos han transmitido.
Un Plan Mayor
Ellos afirman que vivimos en un multiverso que alberga múltiples dimensiones, mundos y civilizaciones inteligentes. Y que cada una de estas “realidades” involucra distintos niveles de consciencia. En este inmenso escenario, aseguran, las civilizaciones extraterrestres que nos precedieron alcanzaron un altísimo desarrollo tecnológico. Sin embargo, algunas de ellas, al volverse tan “mentales” y “científicas”, fueron perdiendo contacto con su esencia espiritual, quedando estancadas en el proceso de su evolución. Todo esto les llevó a comprender que debían retomar sus orígenes. Es aquí en donde entramos nosotros: los humanos, como otras nuevas especies en la creación, deberíamos convertirnos en un “espejo” de aprendizaje para las civilizaciones cósmicas. Nuestra existencia les permitiría recordar lo que perdieron y les aportaría información crucial para enrumbar los pasos.
Siempre de acuerdo a estas informaciones, la aparición del ser humano formaba parte del gran proyecto, aplicado en diversos planetas con el objetivo de sembrar “una nueva forma de vida” que fuese, al mismo tiempo, una síntesis del universo existente. Esa semilla, a través de una experiencia diferente de crecimiento, encontraría el eslabón perdido que necesitaba el universo para resolver el estancamiento de muchas civilizaciones. La Tierra y los seres humanos, pues, somos parte de ese proceso que los extraterrestres denominan “Plan Cósmico”.
De acuerdo a los extraterrestres este “Plan Maestro” contiene tres partes básicas:
1. Dónde llevar a cabo el proyecto. Ello dictaminaba ubicar un “planeta muerto” para restituir en él la vida a través de una dimensión paralela. Y ése era el caso de la Tierra, que originalmente había sido destruida por el impacto de lluvia meteórica. Supuestamente, ello ocurrió hace más de 1.200 millones de años. ¿Cómo “rescataron” a la Tierra? Según ellos, un grupo de científicos extraterrestres, grandes mentes procedentes de algún lugar de las estrellas Pléyades, realizó un viaje en el tiempo, “llegando” a nuestro planeta “antes” de que este muriese, creando a partir de ese momento una realidad paralela de cara al futuro: una especie de paradoja espacio-tiempo en donde nuestro mundo podría sobrevivir y albergar más tarde a los seres humanos. Ignoro qué clase de tecnología puede afectar la realidad de todo un planeta, de hacer viajes en el tiempo y de crear (o solo “reubicar” al planeta) una dimensión paralela. Siempre según estas polémicas informaciones, la Tierra se hallaría en una realidad alternativa, en una suerte de ilusión holográfica, pero en tránsito hacia la natural matriz del universo o “Tiempo Real”, un concepto simbólico que agrupa a las distintas realidades del multiverso. Aunque algunos entusiastas interpretaron que ese proceso culminó en el año 2012, coincidiendo con el final de la mal entendida Cuenta Larga de los mayas, en realidad, ese tránsito cósmico es gradual y aún falta mucho camino por recorrer para alcanzar la auténtica “ascensión planetaria”. Seguimos en ese proceso.
2. Propiciar la forma de vida del proyecto. Ya en una realidad paralela, se sembrará la vida en el planeta “rescatado”. Ayudando a la naturaleza, se establecerá el mejor marco para el desarrollo de las especies. Ello involucró, inclusive, la modificación genética de antiguos antropoides. Así surgió el ser humano tal y como lo conocemos, el homo sapiens, siendo éste originalmente de raza negra. La “intervención” se produjo en África, en un lugar que diversos textos esotéricos asocian al mundo perdido de “Lemuria” en el océano Índico (muchas veces confundida con la “Mu” del Pacífico).
3. Asistir la forma de vida del proyecto. Como parte de este enorme plan de aprendizaje y evolución, los extraterrestres propiciarán en la Tierra la inserción gradual de conocimientos. De esta forma habrían germinado las primeras grandes civilizaciones de nuestro mundo, siendo muchas de ellas aún desconocidas por nosotros. No obstante, hubo un detalle en este proceso: al notar los extraterrestres que su presencia estaba generando dependencias, decidieron “marcharse” y dejar al ser humano solo, para que por mérito propio redescubriese su misión. De acuerdo a nuestras noticias, en esa etapa hubo muchas “interferencias” de otras civilizaciones extraterrestres que no veían con buenos ojos la misión del ser humano (aquello de ser “puente” con el universo). Estas disputas extraterrestres se ven bien reflejadas en leyendas y textos antiguos de la cultura egipcia y en Sumeria. Actualmente diversas civilizaciones del espacio cósmico nos observan con agudo interés, pues todo lo que el ser humano logre podría repercutir en estos seres, e incluso en sus mundos de origen.
Las misiones secundarias
La agenda de los emisarios del cosmos –distintas civilizaciones organizadas, que actúan en nuestro plano de percepción material pero que obedecen a un designio superior emanado por consciencias de universos no físicos–, requirió de la aplicación de distintos programas de contacto en la Tierra. La intención era crear grupos de trabajo que pudiesen estar en conexión con los “emisarios” extraterrestres que sirven al ya referido “Plan Cósmico”. Así nacieron las denominadas “misiones secundarias”.
Esas misiones, aunque en sintonía con el “Plan Mayor”, tenían sus objetivos específicos, fases y etapas de ejecución. Para los extraterrestres era también una suerte de “aproximación antropológica”: así conocerían más al ser humano y podrían medir, sobre la marcha, cómo respondíamos ante una experiencia de contacto. La experiencia con grupos en Perú era una de esas misiones secundarias.
De acuerdo a mis investigaciones, en nuestra historia reciente ese programa de contacto se inició en 1955, guiado por un colectivo de extraterrestres provenientes de Alfa Centauri. Su proceso de acercamiento se desarrolló con pastores y campesinos de la Cordillera Blanca, en Áncash.
Pero en 1974 surgió un programa que implicó la “coalición” de distintos enviados extraterrestres, no solo la misión procedente de Alfa Centauri. Me refiero a la denominada “Misión Rama”. De hecho, fue en el seno de los grupos de contacto de Lima en donde los nuevos mensajes explicaron las etapas básicas del proceso de contacto. Estas son:
1. Aurón o “El Llamado al contacto”.
2. Xendra o “Experiencias de confrontación”.
3. Lunar o “Recepción de información”.
4. Xolar o “Irradiación del conocimiento adquirido”.
El proceso tenía sentido. Luego del “llamado” –una sensación poderosa que te hace sentir que formas parte de “algo”, como si antes de ello hubieses estado “dormido” –, sobrevienen experiencias concretas de contacto que ponen en relieve la visita de estos seres y sus intenciones de conectar con nosotros. Pero una vez establecida esa conexión surgirá una tercera etapa: el intercambio de conocimiento. Ellos aprenderán de nosotros, explorando nuestros más íntimos sentimientos, atendiendo nuestros sueños, analizando nuestros miedos y acciones, y nosotros recibiremos de ellos importantes conocimientos sobre nuestra historia cósmica y nuestro papel en este gran mosaico, aunque de forma gradual, paso a paso de acuerdo a nuestro nivel de consciencia y avance. Este camino de comprensión precipitará la cuarta fase: la irradiación del conocimiento adquirido. En otras palabras, el momento en que nos transformamos en “soles” que irradian.
De hecho, ese es uno de los significados de la palabra Rama: Ra=Sol, Ma=Tierra, ser “Soles en la Tierra”.
Reflexiones
Si bien mi experiencia de contacto no surgió en los grupos Rama de Perú, debo decir que fui yo quien decidió acercarse a ellos, siguiendo una maravillosa cadena de hechos sincrónicos luego de haber recibido un primer mensaje de estos seres que fue corroborado por un avistamiento. En los grupos de contacto de Lima conocí gente maravillosa que estaba viviendo las mismas experiencias. Fue un bálsamo para mí.
Lo he dicho siempre pero nunca está demás en reafirmarlo: más allá de mi espíritu autocrítico, y que hoy vea muchas cosas sobre este proceso desde otra perspectiva –gracias a los errores acumulados y el sabio paso de los años–, nunca he negado mi experiencia con los grupos Rama de Perú. Viví inolvidables momentos con ellos, gente amorosa, con la que recorrí distintos enclaves que hoy en día sigo visitando, como Marcahuasi, el desierto de Chilca o el muro de Pusharo, lugares de contacto que, es oportuno remarcar, no los “descubrió” el grupo Rama: ya eran escenarios de encuentros cercanos desde mucho tiempo atrás. Solo basta explorar las experiencias de Maruja de Acervo (Chilca), Daniel Ruzo (Marcahuasi) o las de George Hunt Williamson (Pusharo) para darse una idea. Todos somos parte de una gran cadena de sucesos.
Rama ha sido un largo y profundo aprendizaje para mí. Descubrí muchas cosas desde dentro de los eventos de contacto. No me arrepiento, pues, de haber sido parte, en aquellos años de juventud, de ese valioso proceso. Sé que más de un investigador escéptico desea que lo niegue todo, pero, ¿cómo puedo negar algo que aún sigue existiendo en mi corazón? Hoy veo con pensamiento crítico las formas, excesos, o mala praxis informativa; sin embargo, si me centro en la esencia de los acontecimientos, aquella experiencia de contacto fue y es real. Una experiencia que ha marcado la vida de muchas personas.
Pero algunos se quedaron solo en el “llamado”.
Otros se vieron atrapados en un loop de cazar experiencias ufológicas.
Otros caminaron un poco más, pero se enredaron en la información, y en ella están inundados.
Es momento, como digo, de ser Soles en la Tierra, cada uno desde su lugar y misión, aquella que solo conoce el propio ser.
Las misiones secundarias son ríos que se fundirán en el océano. Y hacia allí vamos todos.
Aún era un adolescente cuando me integré a los grupos de contacto de Lima. Recuerdo con especial cariño a los miembros del "Grupo Anrrom", jóvenes entusiastas, entre 16 y 20 años, que nos entregamos a experimentar lo inexplicable, investigar lugares de contacto e incluso ofrecer conferencias al respecto. Sigo siendo aquel muchacho.