Fragmento tomado del libro "Protocolos de Contacto", de Ricardo González, pendiente de publicación.
En medio de todo este complejo escenario surgen los encuentros cercanos “modernos”. Digo modernos porque, como ya avisé en el prólogo de este libro, estoy convencido de que “ellos” están entre nosotros desde la noche de los tiempos. Pero decidieron volver a mostrarse en entrevistas “cara a cara” a raíz de los hechos descritos líneas atrás. Inicialmente, contactaron a científicos y militares, pero este proceso fue una suerte de derrota diplomática. Entonces optaron por conectar con otro tipo de testigos, surgidos de una muestra más común de la sociedad. Uno de ellos fue el ya citado George Adamski, el “decano de los contactados”. Este ciudadano estadounidense de origen polaco, que fue soldado en el 13.ª regimiento de Caballería -luchando en la frontera mexicana contra la expedición de Pancho Villa-, se involucrará más tarde en una búsqueda espiritual y esotérica que lo llevará a fundar, en los años treinta, la “Orden Real del Tíbet”. Para algunos estudiosos esa etapa “mística” en la vida de Adamski será una importante preparación para los contactos extraterrestres que viviría después...
En 1940 se trasladó con su esposa Mary Shimbersky a un rancho en Monte Palomar, en California, un predio al que llamarán “Palomar Gardens”. Allí, tal vez inspirado por la cercanía del Observatorio de Monte Palomar, profundizó su pasión por el cosmos y la observación de los astros a través de un telescopio de seis pulgadas (150 mm). Fue así que, un 9 de octubre de 1946, se produce el primer avistamiento: mientras Adamski y un grupo de amigos escudriñaban una lluvia de meteoritos, captaron la aparición de un ovni de forma tubular, un objeto con forma de cigarro que más tarde se populizará en la ufología como la típica “nave nodriza”. Con el tiempo, las nuevas observaciones de Adamski contarán con el aval de extraordinarios registros fotográficos que, de un porrazo, abrieron el debate entre los creyentes de su experiencia y los críticos, siendo estos últimos quienes dijeron que el astrónomo aficionado fotografiaba tapas de aspiradora y lámparas de aceite para hacer creer en extraterrestres a sus seguidores, asegurando, además, que los escritos del contactado tenían un precedente sospechoso en la ciencia-ficción. Entretanto, Adamski empezaba a ser visitado por personal militar en forma confidencial y se entrevistaba con personajes importantes de su tiempo como la Reina Juliana de Holanda y, supuestamente, con el mismísimo Papa Juan XXIII en el Vaticano. “Yo sé de que fue así. George no mintió”, me dijo a boca de jarro Glenn Steckling, actual Presidente de la Adamski Foundation, durante una entrevista que le realicé en San Diego, en febrero de 2018. En esa reunión Steckling me permitió meter mis narices en mucho material inédito sobre el caso Adamski: cartas, objetos personales, recortes de diarios, fotografías nunca publicadas, de todo. Un detalle no menor es que la familia de Glenn, de origen alemán, había cobijado en su hogar al célebre contactado durante sus últimos años de vida, hasta que un infarto de miocardio se lo llevó el 25 de abril de 1965. Adamski tenía en ese momento setenta y cuatro años. Un dato curioso es que fue enterrado en el Cementerio de Héroes Nacionales de Arlington, en Virginia. ¿Una distinción por su breve paso como soldado? ¿O por otra razón que ignoramos?
Vayamos al grano: no hay titubeo alguno en señalar que uno de los episodios más controvertidos del caso Adamski fueron sus encuentros físicos con extraterrestres de aspecto humano.
El primer contacto habría ocurrido en Desert Center, un desierto emplazado en el condado de Riverside, en el estado de California. Era el 20 de noviembre de 1952 cuando George Adamski se las vio allí con un ser de rasgos nórdicos, al que llamará Orthon. Todo este incidente ante seis testigos, entre los que se encontraba el explorador y antropólogo norteamericano George Hunt Williamson (1).
Adamski, en el libro “Flying Saucers Have Landed” (“Los platillos volantes han aterrizado”, 1953), que escribió con el excéntrico investigador anglo-irlandés Desmond Leslie, describe así su contacto:
“…La belleza de su figura sobrepasaba la de cualquiera que hubiera visto antes. Y la amabilidad de su cara me liberó de todo pensamiento de mi propio yo. Me sentí como un niño en presencia de alguien con una enorme sabiduría y gran amor, y me hice muy humilde conmigo mismo... puesto que de él estaba irradiando un sentimiento de infinita comprensión y dulzura, con extrema humildad. Me hizo comprender que su llegada era amistosa. También que ellos estaban preocupados con la radiación saliendo de nuestra Tierra. Le pregunté si esa preocupación era debida a las enormes nubes radioactivas resultantes de nuestras bombas. Él lo comprendió rápidamente y asintió afirmativamente con su cabeza”.
No queda claro si “Orthon” se refiere al inicio de los ensayos nucleares en los años cuarenta, o si estaba haciendo una alusión a la Operación Ivy: una serie de pruebas nucleares que Estados Unidos estaba desarrollando ese año 1952 en el atolón de Enewetak, en las islas Marshall. Pasando esto a limpio: la última prueba con la bomba de fisión más grande de la Historia se había realizado solo cuatro días antes del encuentro de Adamski con el presunto extraterrestre. ¿Fue la gota que rebalsó el vaso?
Trinity, la primera bomba.
Presunta nave extraterrestre captada en Desert Center en 1952. Cortesía: Adamski Foundation. Derechos Reservados.
Ricardo González y Paola Harris examinando los archivos originales de Adamski con Glenn Steckling.
Imágenes inéditas de Adamski. Cortesía: Adamski Foundation, Derechos Reservados.
Un "saludo cósmico", según transmitieron los extraterrestres a Adamski.
(1) Williamson es el autor tras el famoso libro “El “Secreto de los Andes” (1961), que escribió bajo el pseudónimo de “Brother Philip”. Su obra es clave para entender el movimiento contactista que surgió más tarde en Latinoamérica. De hecho, el ex compañero de aventuras de Adamski vivió varios años en Perú a fines de los años cincuenta, investigando lugares de poder hoy famosos a nivel mundial como la meseta de Marcahuasi o el muro de símbolos de Pusharo.