Fragmento tomado de Protocolos de contacto, libro de Ricardo González Corpancho.
Crédito de imagen: magazine.thelifereloaded.com
Dentro de las extraordinarias experiencias de los grupos de contacto hallamos una variable sorprendente: la colocación de un “implante” en el testigo. Así como se lee. Se trata de un fenómeno que sucede en un marco de mutuo acuerdo entre el contactado y los extraterrestres. A diferencia de los típicos casos de implantes en presuntos abducidos –que son “intervenidos” sin su aprobación por entidades no humanas–, aquí examinamos otro escenario: una experiencia “programada” por los extraterrestres y aceptada por el testigo.
Un detalle no menor es que en estas experiencias, salvo escasas excepciones, los implantes de “mutuo acuerdo” no son dispositivos “físicos”, sino “luz cristalizada”. De acuerdo a los mensajes de los extraterrestres el contactado recibirá una energía organizada en una delimitación geométrica, una “forma” que la contiene, que es también de luz, y que se integrará armónicamente en su cuerpo en un plano sutil. Ahora bien, ¿con qué objetivo?
La función de estos cristales de luz es diversa.
Citaré a continuación dos ejemplos concretos.
Uno de los casos más famosos es el del grupo Rama en Perú. En la década de los años setenta sus miembros experimentaron la entrega de estos cristales de energía en múltiples experiencias programadas por los extraterrestres. Los referidos cristales estaban “construidos” sobre la base de un elemento conocido en la Tierra: el Cesio. Como elemento químico ubicado en el grupo 1 de la tabla periódica y número 55 en su peso atómico, el Cesio es uno de los metales alcalinos con mayor peso y reactividad. En la tecnología humana se emplea tanto para la industria (celdas fotoeléctricas, detectores infrarrojos o en sistemas de propulsión) como en la medicina (tratamiento por irradiación en tumores). No obstante, los extraterrestres aseguraron que con su tecnología lo habían “adaptado” para crear cristales de luz tetraédricos; es decir, dos pirámides de base triangular, una de las cinco figuras que apreciamos en los llamados “sólidos platónicos”. Sorprendentemente, esas pirámides triangulares de energía eran proyectadas en las manos extendidas del contactado, quien luego las integrará en su pecho –colocando una mano por encima de la otra a la altura del plexo cardíaco–, para incorporar esta geometría en su núcleo de fuerza vital. Así, al unirse estos dos cristales en el pecho, se formará una estrella tetraédrica, uno de los “Mérkaba” que ya examinamos páginas atrás.
Los "mérkaba" pueden construirse con tetraedros, como la imagen que ilustra este artículo, pero también con cubos, dodecaedros y otras figuras geométricas.
Siempre de acuerdo a los extraterrestres, a través de esta experiencia el individuo obtendrá un impulso en su longitud de frecuencia y se fortalecerá su enlace con una especial radiación proveniente del centro de la galaxia. Los cristales de Cesio funcionarían, pues, como un “antenaje” extra de poderosas energías cósmicas, una herramienta para ver, sentir e interpretar.
Aunque esta verdadera “iniciación” sucede a niveles sutiles, debo remarcar que la energía se materializa en las manos, observándose como un destello blanco que en ocasiones revela la figura de las citadas pirámides tetraédricas.
Me consta por experiencia personal que este fenómeno es auténtico, aunque es imposible de rastrear posteriormente con aparatos convencionales de detección, como podría ser una radiografía de tórax.
Otro caso de cristales de energía nos lleva más atrás, a 1960 y también en Perú.
El 15 de mayo de ese año, un grupo de seres extraterrestres, de gran estatura y aspecto humano, conocidos en la ufología como “apunianos” (Apu es una palabra quechua que se usa para referirse al espíritu protector de las montañas), revelarán a un incrédulo Vlado Kapetanovic –técnico eléctrico de origen yugoslavo que huyó de la Segunda Guerra Mundial para radicarse en los Andes–, la milagrosa tecnología que manejaban. “Ellos” le ofrecieron una “demostración”, en donde curarían a un niño de unos diez años que yacía moribundo luego de una violenta caída en un cerro en las cercanías del nevado Champará. El pequeño se había fracturado el brazo y varias costillas hacía nueve días y debido a ello acusaba signos avanzados de infección. Lo curioso es que sus familiares no quisieron llevarlo al hospital más próximo. Esperaban que los referidos “apunianos” lo curasen…
Entonces aparecieron aquellos humanoides de marcados rasgos nórdicos e introdujeron al niño en su extraña nave con forma de “avioneta”, y al cabo de unos minutos el pequeño bajó por sí mismo del aparato, completamente curado. Vlado y los familiares, todos testigos de este increíble suceso, no salían de su asombro.
¿Cómo lo hicieron? –preguntó Kapetanovic a los presuntos extraterrestres.
“Ellos” contestaron:
“Nosotros tenemos varias formas de curar; una de las más positivas es la desintegración e integración. Desintegramos las células del cuerpo del paciente hasta sus más pequeñas partículas, y luego integramos un cuerpo perfectamente sano...”. “Hace mucho hemos descompuesto el átomo a su mínima partícula. La llamamos Minius... Es la última partícula antes de la nada...”[1]
A partir del año 2015 los “apunianos” decidieron entregar, en experiencias programadas en salidas de campo, los hoy denominados “cristales de Minius”2. De acuerdo a sus explicaciones, mientras otros implantes energéticos se diseñaron para actuar permanentemente en el cuerpo como un “antenaje extra”, esta dosis de energía Minius sería temporal. Su propósito era enlazar el núcleo de fuerza del testigo –como ya vimos, situado en el plexo cardíaco–con otros centros “secundarios” de su cuerpo, entre ellos la ya indicada glándula pineal. El objetivo de este implante pasajero –que también se recibe con los brazos extendidos y las palmas hacia arriba, siendo el cubo o una esfera las formas geométricas que usualmente lo contiene–, es mostrar al contactado su paranormalidad, que experimentará mientras esa dosis del Minius se halle vigente. Esta experiencia procura relacionar al testigo de forma especial con las distintas líneas de tiempo, otras dimensiones y posibilidades.
Recreación de los cristales de Minius, en su manifestación como cubos luminosos. Arte de Ramiro Rossi.
Y nuevamente nos preguntamos, ¿por qué?
Este PDC de “cristales de luz” es parte de una agenda de entrenamiento del contactado. Además de significar un paso importante en la relación de confianza con “ellos” estas experiencias encierran un valioso aprendizaje: mostrar al testigo sus potencialidades parapsíquicas. Estos implantes de luz son solo herramientas que actúan un determinado tiempo para mostrar un camino, el cual se debe explorar a través del más importante de los contactos: el conocimiento de uno mismo.