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Los encuentros con los ocupantes de los ovnis no pueden ser ignorados; son demasiado numerosos…
Doctor J. Allen Hynek.
The Ufo Report.
Espiritualidad y Conciencia / Abril 2020
Iluminar la oscuridad

Nueva York, como en las películas de Hollywood, siempre sale en la foto de las grandes conspiraciones. Casualidad, o capricho del destino. O tal vez algo más.

Como fuese, llama poderosamente la atención que la gran ciudad esté allí, en medio de situaciones trágicas o como escenario de enormes anuncios. Y es que, aunque suene increíble, parte de la agenda de sucesos futuros en el mundo parece tejerse en la gran manzana.

Desde luego, no fue “ciencia ficción” la conferencia que Stephen Hawking y su equipo brindó en Nueva York el 12 de abril de 2016, fecha en que anunciaron el proyecto espacial para colonizar Alfa Centauri. Eligieron el One World Trade Center para su impactante comunicado de prensa, un rascacielos que fue construido sobre las cenizas de un incidente clave en la moderna historia de la humanidad: el 11-S. La caída de las torres gemelas fue una imagen aterradora. Y amén de las víctimas y el atentado en sí –sea quien haya sido su verdadero autor, el lector me entenderá–, era terrible ver cómo uno de los símbolos de ostentación y progreso del país más poderoso y seguro del mundo se desmoronaba como un castillo de naipes. Entonces la famosa frase “esto nunca va a pasar” fue sepultada por los hechos. Y algo similar está sucediendo con la pandemia del Covid-19.

En la referida conferencia de Nueva York sobre la necesidad de colonizar otros planetas para sobrevivir, Hawking mencionó las situaciones que podrían “acelerar” la crisis humana y la urgencia de tener un “Plan B” por si no queda más remedio que abandonar la Tierra –y no todos podrían ser evacuados, según el plan de “El Arca”–. Pues bien, entre las dificultades que la humanidad podría enfrentar, Hawking mencionó el cambio climático, un evento extraordinario de origen foráneo –la caída de un asteroide–, y el impacto de una pandemia, en donde la propagación de un virus, sea de forma accidental o voluntaria, colocaría en jaque a nuestra civilización. Hawking solo estaba repitiendo lo que ya había dicho en 2001 a un reportero del diario Telegraph.

Arriba: Hawking durante su conferencia en Nueva York de 2016. Crédito de imagen: AFP.

 

Por si todo esto fuera poco, el Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud, en asociación con el Foro Económico Mundial y la Fundación Gates –encabezada por el creador de Microsoft, Bill Gates y su esposa Melinda­–, llevarán a cabo, en Nueva York, exactamente el 18 de octubre de 2019, el simulacro de una pandemia que se originaba con el brote de un nuevo coronavirus en murciélagos, que luego se transmitía a cerdos, y de estos pasaba a los seres humanos. Sí, menudo “simulacro” a solo dos meses de que empiece la propagación del Covid-19. Seguro el lector fruncirá el ceño. Y no es para menos. Fue, como mínimo, un curioso “anticipo”.

En este ejercicio, llamado “Evento 201”, participaron líderes mundiales de negocios, gobierno, economistas, salud pública, y científicos de distintas áreas. Juntos analizaron las acciones a tomar ante una pandemia que no solo golpearía la salud de miles de personas en todo el mundo, sino también su impacto económico y social. Tal vez es lo que más les preocupaba –o interesaba–: la ruina económica. No en vano los estudios en este apartado que se presentaron en el simulacro concluyeron en que las pandemias podrían generar la caída anual del PBI mundial en 0.7 %, es decir, la friolera de quinientos setenta mil millones de dólares en pérdidas.

“Pérdidas”... O tal vez ganancias en medio de un forzado “reset económico”...

Mientras escribo estas líneas, hoy, jueves 19 de marzo, en medio de una cuarentena internacional, recuerdo las cifras de la pandemia que consulté esta mañana en los sitios oficiales: más de doscientos treinta mil infectados y cerca de diez mil fallecidos a escala mundial. Veo, también, que más de ochenta y seis mil personas han sido recuperadas del virus. Es decir, el Covid-19, aparentemente, no sería tan letal como se planteó en el citado “Evento 201”. Incluso, se podría argumentar que la gripe estacional, tan común para los humanos, es mucho más mortal. La OMS (Organización Mundial de la Salud) calcula que la gripe estacional ocasiona anualmente alrededor de cinco millones de casos graves. Y de ellos mueren más de medio millón de personas. “Esto del coronavirus es una mentira, ahora mismo, aquí en Argentina, hay más gente muriendo por el dengue”, me dijo un amigo, no sin cierta razón. Pero, ¿estos datos deben hacernos pensar que el virus no existe y se trata solo de una mentira? Llegar a ese pensamiento es un delirio. El virus, qué duda cabe, existe, y ha ocasionado más muertes de lo que señalan las estadísticas “oficiales”. Y a diferencia de otros virus el Covid-19, aseguran los especialistas, es altamente contagioso. Dicho esto, ¿la actual pandemia pudo haber sido “inflada” para asustar al mundo y así exigir una cuarentena con el objetivo secreto de hacer un gran test social y económico? John P.A. Loannidis, un reconocidísimo epidemiólogo de la Universidad de Stanford, cree que la pandemia del Covid-19 es un fiasco en ciernes. ¿Tendrá razón? Su colega de la Universidad de Harvad, el reconocido Dr. Marc Lipsitch, le respondió a través de su cuenta de Twitter:

“Muéstrenme una gripe de estación que conduzca al triaje de a quién dejamos morir en las terapias intensivas, a pesar de las intensas medidas de distanciamiento social, y dejaré de preocuparme”.

Debates aparte, lo cierto es que Bill Gates, como ya dije, parte importante del “Evento 201” (que sospechosamente coincidió con los Juegos Militares de Wuhan), ya había anticipado este escenario en una conferencia que brindó en el marco del TED Talks en 2015. Allí anunció la posibilidad de una catástrofe social y económica. ¿Acaso las figuras más poderosas del mundo sabían que esto iba a suceder?  ¿O querían que sucediera? Personalmente, no tengo la menor duda.

Gates, hace pocos días, dejó la presidencia de Microsoft, y hoy observa desde su casa –por decirlo de algún modo– la evolución de esta pandemia. Recientemente contestó en las redes preguntas sobre el Covid-19 en donde habló de la búsqueda de una vacuna –que tanto Estados Unidos como China aseguran tener encaminadas–, de las nefastas consecuencias en la economía luego de la cuarentena, y del tiempo que él estima puede demandar contener esta situación de manera adecuada: unas diez semanas. ¿Tendrá razón? Lo diré sin más demora: ¿Gates es parte de este “ensayo”? ¿O es solo un visionario que se anticipó, como Hawking, a un inevitable escenario? Por ahora, el propio Gates también invierte en la búsqueda de una vacuna.

Arriba: Bill Gates en su conferencia de 2015. Crédito: TED Talks.

 

Podría continuar este artículo analizando cómo el virus surgió en China a fines de 2019 –antes de lo que se comunicó oficialmente–. Podría adentrarme en la versión que define a este coronavirus de “artificial”, creado sintéticamente en un laboratorio –hasta donde pude investigar con amigos médicos, biólogos y virólogos, no sería exactamente así, aunque ello no descarte que el virus haya podido ser aislado de la naturaleza para luego liberarlo–. También cómo estalló todo desde la hoy estigmatizada Wuhan, con sus polémicos y convenientes mercados en donde se oferta todo tipo de animales para el consumo humano, incluyendo murciélagos, amén del complejo laboratorio Nivel 4 que en dicha ciudad se encuentra, el más avanzado de toda China. También podría dedicar varias líneas al dato curioso que el nombre de esta ciudad, de unos once millones de habitantes, es mencionado en una novela de 1981, “Los ojos de la oscuridad” –cita un virus letal con el nombre de “Wuhan 400”–. Y en este hilo también podría referir otra extraña “casualidad”, como la historieta de Astérix y Obélix , que describe a un personaje llamado “coronavirus” en la edición 2017 de “Asterix en Italia”, cuando es justamente Italia el país más afectado del mundo con el coronavirus luego del estallido en China. Y la lista de rarezas sigue.

Mientras algunos investigadores miran con recelo a Gates y a los Estados Unidos, y les acusa de hacer realidad la película “Contagio” (2011) –guardando las distancias–, otros creen, como el psíquico israelí –y también agente– Uri Geller, que el verdadero responsable de todo esto es China. Difícil confirmarlo.

Arriba, flyer oficial de la película "Contagio", con su leyenda: "Nada se expande como el miedo".

 

Sea cual sea la verdad, considero que, ahora mismo, es imposible desmenuzarla. Los hechos están en proceso. Pienso que, como sucedió en su día con el incidente del fatídico 11-S, solo con el tiempo veremos con claridad quiénes, cómo, y por qué, hicieron esto.

Mi única certeza con esta pandemia es que no fue un hecho fortuito. Mis fuentes tengo...

Ya habrá ocasión para meternos de lleno en ese tema.

Ahora quisiera hablar de lo verdaderamente importante.

 

Del pánico a la luz

He aquí el principal mensaje de estas líneas. Un mensaje que espero pueda vencer al mar de datos y teorías de conspiración que inundan internet. Desde luego, está bien informarse, pero nunca apartando la capacidad de análisis y el indispensable contraste. Y recordar que más allá de lo que pensemos sobre esta pandemia y la cuarentena de prevención, hay otro virus que también está haciendo estragos: el miedo desenfrenado.

Cuando me he referido a la “pandemia del miedo”, nunca he querido insinuar que el Covid-19 no existe, como ya aclaré líneas arriba. Sencillamente quiero subrayar que, más allá del virus, hay un fuerte proceso psicológico y espiritual en el humano que vive un forzado confinamiento en medio de una situación excepcional.

El miedo, hay que decirlo, no es algo negativo. Es una característica propia de los humanos e incluso de los animales. Un mecanismo de supervivencia, un “maestro” que puede enseñar, como sostienen viejas enseñanzas orientales. Pero el miedo, esa sensación que en los humanos puede traducirse en angustia ante un hecho real o imaginario, si se transforma en una avalancha irrefrenable, lo arrasará todo transformándose en pánico; es decir: en un miedo descontrolado y destructivo.

Recuerdo que en el encuentro mundial de Atacama (septiembre 2019), en los mensajes allí recibidos tanto en experiencias personales como también en una comunicación que se publicó en el informe general del contacto, se hacía hincapié en estar preparados ante venideras circunstancias personales y globales que nos pondrían a prueba. Y en ese maravilloso encuentro en el norte de Chile, no por casualidad, se nos confirmó una próxima expedición a Israel, precisamente al Monte Hermón, un lugar más que conocido en la ufología por haber sido, según viejos manuscritos como el Libro de los Vigilantes de Enoch, escenario de la transgresión de doscientos “ángeles” que descendieron del cielo y se unieron a las hijas de los hombres, engendrando así una raza de gigantes. Pero pocos recuerdan que en esa montaña que se alza en la triple frontera de Israel, Líbano y Siria, se halla Banias, un yacimiento arqueológico de la antigua ciudad de Cesarea de Filipo –hijo de Herodes El Grande–. Ese centro al pie del Monte Hermón se levantó sobre un viejo lugar de culto al semidios Pan, protector de los pastores y rebaños en la cultura griega, una suerte de fauno que tenía el don de la profecía pero que ante los peregrinos no preparados en controlar sus emociones los trastornaba. No en vano de su nombre proviene la palabra “pánico”. Si el lector hizo los deberes comprenderá por qué surgió el mensaje de Hermón en Atacama y el contexto de una situación mundial de pánico a vencer.

Y con el riesgo de que estas líneas resulten extrañas, también diré que la importancia del símbolo de Hermón en este momento planetario reside en que fue esa la montaña, y no el célebre Monte Tabor, en donde ocurrió la importantísima Transfiguración de Cristo, evento sobrenatural que definió los pasos finales de su misión. Como si su presencia en Hermón hubiese sellado algo muy antiguo y, al mismo tiempo, depositara allí un mensaje para ser desenterrado en el futuro, un secreto en esta mágica montaña en donde nace el río Jordán, en cuyas aguas, no por casualidad, Jesús fue ungido. En estos datos hay un gran mensaje simbólico que espero el lector pueda interpretar...

Luego de Atacama he estado más que atento a los acontecimientos mundiales. Tuve señales que supe atender y por ello esta pandemia me pilló en Argentina y no lejos de casa. Sé, y a esto quería llegar, que dentro de estas difíciles circunstancias que afronta la humanidad hay una gran oportunidad, una luz en el horizonte, una puerta que podemos abrir si vencemos el miedo descontrolado y hallamos el equilibro, ese balance que se encuentra en la consciencia y en la certeza de que, estemos donde estemos, hay que hacer lo correcto.

En México, el pasado mes de febrero, me preguntaban qué anécdota guardaba de mis primeros años de experiencias de contacto en Perú. Entre ellas compartí con el público de Peña de Bernal que los solitarios retiros en el desierto de Chilca fueron muy importantes para mí. El pasar varios días, solo, en medio de la nada, me enfrentó a mis miedos, y mucho me hizo reflexionar sobre nuestra percepción de hallarnos “seguros”. Comprendí en esas maravillosas noches bajo el manto estelar del desierto que el humano cae en el “laberinto del fauno”, en el “pánico” de Pan, porque vive en piloto automático sin echar una mirada profunda a su propio interior y sin reconocer la belleza que también lo rodea. Y es que solemos disfrazar nuestros “pendientes internos” entregándonos al mundo exterior, distrayendo la mente con lo que sea, atiborrándonos de cosas, olvidando que es en la simpleza del silencio en donde están las respuestas. Sé cómo deben estar sonando mis palabras. Demasiado místicas o lejanas para algunos, pero es lo que sentí y aprendí y lo llevo a fuego en mi corazón.

Creo que en este tiempo de confinamiento en nuestros hogares podemos aprender más de nosotros mismos, de superar el miedo descontrolado, de confiar, y salir reforzados de esta situación. No olvidar que debemos ser solidarios con los demás y fortalecer nuestro convencimiento de que hay más de bueno que de malo en la humanidad. La pandemia puso en evidencia el miedo y el egoísmo en algunos, pero expuso más el amor al prójimo, desde los médicos y enfermeras que lo dan todo en los hospitales hasta los vecinos de Italia y España que cantan con esperanza desde sus balcones. En eso creo. No perdamos de vista lo que realmente somos.

Titulé este artículo “Iluminando la oscuridad”, inspirado en una frase del gran Bob Marley, que, curiosamente, es citado en una película de pandemia (Soy Leyenda). En el film, el protagonista, encarnado por Will Smith, recuerda al cantante jamaiquino y el atentado del que sobrevivió en 1976, cuando unos hombres irrumpieron en su casa a los tiros. Increíblemente, Bob, su esposa Rita y miembros de su banda, sobrevivieron. Y solo dos días después, Marley, herido, cantó en un concierto por la paz y la reconciliación de Jamaica. ¿Por qué haces esto?, le preguntaron. El personaje de Will Smith lo aclara en el film: “Bob contestó que las personas que tratan de empeorar este mundo no se toman un día de descanso, ¿cómo podría yo? Iluminar la oscuridad”.

Ánimo y fuerza a todos, como Cristo encendido en la cumbre del Hermón, iluminemos la oscuridad.

Credit, Shutterstock.

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