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El nombre Pachamama, que traducimos como “Madre Tierra”, proviene de una palabra especial: pacha, que en quechua significa, entre otras cosas, “tiempo”. La palabra mama la podemos hallar en otras lenguas. Por ejemplo, en el latín, en donde mamma no solo significaba “teta”, sino que alude a la madre por su función de amamantar a su bebé. El término ma se encuentra en muchas culturas del mundo, tal vez, porque es la sílaba más fácil de pronunciar en la temprana edad. Somos, pues, bebés de la Pachamama. Hijos de Gaia. Herederos de Tonantzin. Diferentes nombres ancestrales para representar el vínculo que posee el planeta con sus criaturas.
Las wakas de la Pachamama, de acuerdo con los paqos andinos, son lugares sagrados para recibir los efluvios del Gran Espíritu. Esos lugares de contacto están organizados dentro del gran conjunto, llamado de forma iniciática Qhapaq, en donde “no hay nada mayor ni lo puede haber”, el totalizador de todos los espacios-tiempos que se hallan tanto en la zona visible (Tiqsi) como invisible (Kaylla). Estos profundos conocimientos que nos brinda la cosmogonía andina me ayudaron a ver el otro rostro de los lugares de contacto que exploraba en el Perú y luego en el mundo.
Así, desde un núcleo de fuerza de la Pachamama, parten líneas invisibles que agrupan otros puntos secundarios, construyendo en su proyección una portentosa red. Este concepto lo vemos en el Perú al analizar con detenimiento el significado de Qosqo (“Ombligo”, en quechua) y sus ceques (“líneas”) que surgen del famoso Templo de Oro o Qoricancha para enlazar diferentes santuarios. Pero el esoterismo andino interpreta esta configuración más allá de una mera organización espacial: sostiene que este “mapa” no solo organiza territorios, sino que señala los portales que conectan con los “dioses”. Y, por si esto fuera poco, recientes estudios proponen que esta red podría esconder complejos calendarios, expresados de forma velada en un quipu extendido.
En el planeta hay varios “ombligos”, como en su día se consideró a Roma, a Tenochtitlán o Rapa Nui. Pero esta denominación no define, al menos en todos los casos, a un centro organizador humano o ciudad capital. En Cusco surge otro significado: “el ombligo de superficie que representa al gran ombligo de la Pachamama”. ¿Y cuál es ese ombligo secreto que enlaza con los puntos sagrados de la superficie? De acuerdo con estas informaciones, se trataría del núcleo planetario.
Realmente es asombroso. Desde hace décadas, los sacerdotes andinos “viajaban” en estados no ordinarios de la consciencia ―impulsados por viejos rituales y el uso responsable de las plantas sagradas― hacia las entrañas del planeta, describiendo en su interior enormes cristales que potencian la energía del corazón de la Pachamama. Esa radiación fluye con mayor fuerza en determinados puntos del mundo, coincidiendo, muchas veces, y no por casualidad, con fallas geológicas, ríos subterráneos, volcanes, cimas de montañas o bosques de piedra que dan testimonio de importantes procesos geológicos. “En donde la naturaleza hizo hermosas esculturas, allí hay una waka”, me dijeron los sabios Q'eros de Paucartambo.
Fragmento del libro El Vórtice, de Ricardo González Corpancho. Tesseractum Editorial, 2023.