Los siguientes textos son fragmentos seleccionados del libro Tierra II, de Ricardo González Corpancho (Aquari y Luciérnaga, Grupo Planeta). Image Credit: Adobe Stock.
El Ajenjo de Juan
Los sellos se siguen abriendo y el quinto trae consigo la revelación de las almas que se habían entregado a la causa de Dios. Se les entregó una túnica blanca y se les pidió que aguardaran hasta «completar el número» de sus compañeros en servicio. Con la apertura del sexto sello Juan observó un violento terremoto. El Sol se puso negro y la Luna, roja. Entonces los astros del cielo cayeron sobre la Tierra. El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla y todas las montañas y las islas fueron arrancadas de sus sitios. Esta aterradora descripción (Ap. 6, 12-17) invita a pensar en un cataclismo de origen cósmico, previo al gran silencio que sobreviene con la apertura del último y séptimo sello. Pero ahí no acaba todo. En este críptico relato se sucede a continuación el sonido de siete trompetas, que anuncian una segunda secuencia de desastres para la humanidad, como el impacto de un cuerpo celeste. Así de claro. El relato describe el presunto asteroide como más grande que una montaña, un cuerpo llamado Ajenjo, que cae al océano, contaminándolo.
San Juan en la Isla de Patmos, Tobias Verhaecht, Siglo XVI
Un “sueño” en el desierto de Chilca
Ocurrió hace dos décadas, pero tengo aquel «sueño» estampado en mi memoria. Corría el mes de diciembre del año 2000. Una vez más estaba allí, en el desierto de Chilca, acampando solo en medio de la nada. Pasar varios días en ese desolado paraje de la costa peruana resultaba una suerte de entrenamiento mental. Y no por azar: era una recomendación de «ellos» para examinarnos profundamente en la quietud; mirar hacia dentro y no afuera. ¿Qué sentido tenía, pues, buscar un contacto con los extraterrestres cuando a nivel personal estábamos desconectados? Ya lo he mencionado en otros libros: estas salidas a terreno significaron para mí una suerte de preparación mental para el contacto. El poder del silencio.
Y fue una tarde, durante un espontáneo descanso en ese desierto, que aquel extraño «mensaje» irrumpió.
Me había tumbado sobre el saco de dormir, a la intemperie, con la intención de contemplar el paisaje de cerros desnudos que me circundaba y las bajas nubes que dibujaban caprichosas figuras. Pero al cabo de un rato me quedé profundamente dormido. Tuve entonces un sueño muy lúcido que me sobrecogió. En él, surgía una dramática escena, con mucha gente agitada, observando el cielo desde las calles de una ciudad que no pude identificar. Tenía la impresión de que algo se acercaba y ello había generado el espanto y la preocupación. En el sueño no podía ver qué era, pero podía sentir a la gente, su miedo, su desconcierto. Tenía la sensación de que estaba atorado en una guerra, aunque no vi ningún vehículo militar, ni soldados ni explosiones. Solo esa percepción de conflicto y tensión. Además, en medio de ese caos pude distinguir gran actividad ovni. Pero esas luces en el cielo no eran lo que aterraba a la gente. Lo que infundía miedo no lo podía ver. ¿Qué se ocultaba en mi «sueño»? Empecé a angustiarme. Las imágenes me resultaban familiares. Ya las conocía. Entonces pregunté con vehemencia: ¿cuándo pasará esto? Y he ahí que una voz mental —la voz de un hombre que se hacía sentir con mucha autoridad— me dijo: agosto de 2027.
El Gog de J. J. Benítez
En agosto del año 2013 Sol y yo tuvimos una reunión con dos personas que apreciamos mucho, el ya referido periodista español Juan José Benítez y su encantadora esposa Blanca (*). La cita se dio en Madrid. Por «casualidad» —insisto en que no creo en el azar— se dieron todas las condiciones para encontrarnos. Juanjo y Blanca, por asuntos familiares, se vieron en la necesidad de pasar por la ciudad justo cuando nosotros aterrizábamos en España después de un viaje a Grecia.
La reunión era para hablar de 2027.
Mi querida amiga Rosa Mary Paraíso me la había sugerido al escuchar una de mis conferencias en el Espacio Ronda de Madrid. «Tienes que hablar con Juanjo, él hace mucho que sabe sobre esto...».
Y Rosita tenía razón.
Por aquel entonces mi única fuente de información sobre 2027 era el bendito «sueño» de Chilca, en el año 2000, y algunos mensajes que posteriormente habían proporcionado los extraterrestres. Ivika, recordemos, era desconocida para mí. Ella apareció más tarde, en 2015, año del contacto en Ichic Puna.
Juanjo llama Gog al asteroide responsable de dicha masacre. Y con ese nombre tituló un breve pero impactante libro que publicó con Planeta en 2018. Una «novela».
«Benítez juega con una mentira», me llegaron a decir algunos investigadores amigos. «Es una invención de él, una tomadura de pelo, hasta puso en su sitio web un temporizador con cuenta regresiva hacia 2027», sentenciaron. Para ellos el periodista navarro estaba llevando a cabo un experimento sociológico: crear una falsa historia de catástrofes y ver cómo reaccionan sus lectores.
Al respecto, lo único que puedo manifestar es que independientemente de la investigación de Benítez y sus libros, e independientemente de las experiencias que yo mismo he vivido, he conocido varias personas en el mundo —valga la aclaración, ajenas a cualquier influencia de estas informaciones— que han recibido mensajes similares que marcan 2027 como un momento gravitante para la humanidad. Y sobre ello hablamos con Juanjo en la reunión de Madrid.
Gog, en la Biblia, es un personaje apocalíptico que surge de las tierras de Magog para enfrentar a Dios y a su pueblo en el final de los tiempos. Gog es una palabra que se puede hallar en el hebreo —y en el idioma sumerio como Gug—, que significa, entre otras cosas, «tinieblas», «alto», «techo». Gog, pues, es solo un nombre simbólico asociado a los acontecimientos descritos en el Apocalipsis, como la llegada del temido Ajenjo.
Otros antecedentes
Como ya he mencionado páginas atrás, Ivika ha advertido del arribo de un cuerpo celeste. Según la mujer de Alfa Centauri, el intruso estelar golpearía la Tierra en el hemisferio norte —sin precisar lugar exacto—, desastre que agravará la ya delicada crisis de convivencia de la humanidad. De hecho, el impacto desencadenará masivas migraciones hacia el sur. Y cuando ello ocurra los científicos de El Arca acelerarán el paso al ver que la humanidad entró en una fase extrema de supervivencia.
Vuelvo a insistir en aquello de las profecías: ¿cómo distintas culturas nativas del mundo supieron que un castigador llegaría del cielo? ¿Solo se trata de la superstición de nuestros antepasados, que contemplaron perplejos el paso de cometas o impactantes eclipses sin comprender lo que estaban viendo? No creo que el terror a lo desconocido explique todos los casos. Sigo pensando, pues, que algunas comunidades nativas accedieron a una información privilegiada lejos de toda creencia religiosa o culto irracional. La pregunta incómoda es cómo obtuvieron esa información. En el caso de los hopi, ¿fueron los dioses Kachina de las Pléyades, tal y como los describe el líder indio Oso Blanco a un desconcertado Joseph Blumrich? Blumrich, recordemos, ingeniero aeroespacial de la NASA, se terminó convenciendo de que la humanidad recibió visitas de entidades no humanas al examinar distintos textos sagrados de la antigüedad. ¿Fueron esos seres quienes nos advirtieron de lo que venía? Si fue así, parece que no escuchamos.
En el contactismo hay muchísimas referencias a ese astro invasor que algunos escritores de la teoría de los «antiguos astronautas» vinculan a Nibiru, el planeta mítico de los babilonios que se asociaba al dios Marduk. Nibiru significa «lugar que cruza», y no sería otra cosa que un mundo errante que cíclicamente transita por nuestro sistema solar. Desde el punto de vista científico esta afirmación no tiene ningún asidero, sin embargo, los estudiosos de la mitología sumeria sostienen que el también llamado planeta X existe, que efectivamente fue mencionado por nuestros antepasados y que es solo cuestión de tiempo que pueda ser captado por nuestros telescopios. Veremos.
En este hilo de información no puedo evitar mencionar el astro intruso que describe el médium brasileño Hercilio Maes, canalizador del espíritu Ramatis en su obra Mensajes del astral (1956). Poco tiempo después, será el polémico esotérico colombiano Samael Aun Weor, del moderno movimiento gnóstico, quien se referirá al citado cuerpo celeste como Hercobulus, palabra que también tomará el rosacruz peruano José Rosciano Holder en su famosa obra Yo visité Ganímedes (1972) —escrita bajo el seudónimo de Yosip Ibrahim. Una mención especial tiene en este asunto el estrafalario Maestro Rabolú —el colombiano Joaquín Amórtegui Valbuena, también vinculado al grupo de Samael—, quien publicó un librito de claros tintes catastrofistas refiriéndose a la llegada del planeta rojo y el fin de la humanidad.
En fin, debo remarcar que todos los vaticinios que apuntaban a la aparición del temido planeta gigante en nuestros cielos fallaron, entre ellos los que marcaban el año 1999 y, cómo no, el 2012. Pero ¿estos desvaríos indican que no hay ninguna amenaza en el espacio?
Nuevamente hay que hilar fino y no poner todas las informaciones en el mismo saco.
González Corpancho y su esposa Sol durante una reunión con Juanjo y Blanca en Madrid. Al lado, el libro Yo visité Ganímedes y Tierra II.
2027 es una antiprofecía
Gog es algo más que el impacto de un asteroide...
Pero, como digo, no es una profecía que se deba cumplir, sino el conocimiento de una singularidad proveniente de otra línea de tiempo cuyo eco no tiene que replicarse en nuestra actual existencia. Suena muy ajeno y extraño, pero hay que intentar entenderlo desde la perspectiva de que el Universo no tiene una línea temporal absoluta.
Sí, hasta el momento todo lo que venimos viviendo en la Tierra parece un calco de esa película que ya se estrenó en otra dimensión... Ivika, al respecto, sostiene que si en nuestro 2027 no ocurre nada, habremos detenido un bucle en el tiempo...
*Durante el proceso de publicación de este libro falleció Blanca Rodríguez, el 26 de enero de 2021. Buen viaje de regreso a casa, amiga. Ha sido un privilegio conocerte.